jueves, 1 de marzo de 2012

Soy el que os espera en el mundo nuevo...


¿Quién dice la gente que soy yo? ¡Ahora, después de siglos, ponen en duda mi verdad! ¿Quién soy? Soy el que detiene el viento... Soy el que multiplica los panes. Soy el que da la vista a los ciegos del espíritu. Soy el que te ha dado la fuerza de vivir, a pesar de tu lacerante dolor. Te he dado la fuerza de sonreír y de esconder las lágrimas. ¿Quién soy? Soy el que siempre ha existido en el Padre, engendrado por el Padre, tomando cuerpo en el purísimo cuerpo de Miriam; soy el que, también sólo por ti, he sufrido tus dolores.
Cierto, no es fácil reconocerme, el mundo ofrece tantas distracciones, la vida de todos los días está para muchos llena de afanes... Me basta un solo pensamiento al día para, en el tiempo que sé,  hacerme reconocer. Cierto, no siempre es fácil seguirme: es preciso negar el propio yo, renunciar al propio egoísmo, llevar la cruz, aceptándola... No es fácil, pero comprendo vuestra debilidad y todas las dificultades que vivís. Y ahora, en verdad, os digo: me bastan vuestros buenos pensamientos, vuestras breves oraciones... Me basta un solo pensamiento al día si no podéis hacer más. Y yo vendré a vuestro encuentro: penetraré en vuestro corazón hasta que penséis en mí con más amor. ¿Quién soy? Soy el viento que suavemente sopla sobre vosotros, soy la luz en la oscuridad de vuestro dolor, la esperanza de una vida mejor, de un mundo mejor. Mi reino no es de este mundo.
Yo estaba desde siempre en el Padre, en él sin principio, en él sin fin.
Y vosotros estabais desde siempre en el pensamientos del Padre y creados por amor, probados por amor para lograr el reino donde encontraréis la casa de siempre y por siempre; y vuestros seres queridos por siempre. ¿Quién soy yo? Soy el que os espera en el mundo nuevo: el que vendrá para vosotros. Un mundo de luz, de paz, de felicidad.
El Padre os ha pensado desde siempre, en el siempre volveréis y comprenderéis toda la verdad. Yo estaba en el siempre, yo fui engendrado y vosotros creados, pero también vosotros participabais del siempre, porque, venidos de Dios, sois sustancia de Dios.
Mi sangre os ha lavado, vuestro dolor os salvará, la caridad vivida os sublimará. Hay que entrar por la puerta estrecha: aquí están las pruebas, las lágrimas, los dolores... Llaves para entrar. ¿Quién soy? El que os abrirá la puerta.


JESÚS TE ESPERA

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