jueves, 21 de julio de 2016

¡Bienaventurados los pobres de espíritu! Para ellos es el Reino de los Cielos

¡Mis criaturas!
Cuando he dicho bienaventurados los pobres de espíritu, he querido decir aquellos que tienen e1 espíritu pobre, o sea humilde, y no procuran ni aman los bienes del mundo, puesto que al ser ricos en espiritualidad han comprendido que lo que es del mundo pasa y los verdaderos bienes espirituales permanecen eternamente. En verdad, en verdad, Yo Jesús os digo: bienaventurados si estáis prontos a dejar cualquier cosa para seguirme: dejar cualquier cosa no quiere decir dar todas las cosas.

Almas Mías, si Yo, Nosotros Trinidad os hemos colocado en un estado, ese es vuestro estado en el que debéis estar, cada uno dé conforme a lo que ha recibido, pero, dejar cualquier cosa significa no dar importancia a las cosas del mundo, sino valorarlas como tales, elevando el espíritu y pasando por la prueba en la Verdad, que es del espíritu.
Así Me seguiréis, conociéndome, amándome y viviendo en la tierra verdaderamente proyectados con el pensamiento hacia vuestra auténtica Vida: aquella futura, aquella para siempre.
Amad los bienes de la tierra por lo que valen y no más.
Amad todas las cosas en Mí y comprenderéis su justo valor porque no seréis codiciosos ni egoístas.

Si Yo os he colocado en un estado es porque Yo os amo a todos por igual, pero os pruebo en modo diverso. ¡También las hojas del árbol son distintas unas de otras, y sin embargo son similares!
Quiero de vosotros el amor hacia los hermanos, no Me gusta en vosotros la indiferencia y quiero de vosotros el amor por Mí, que es también el que sentís en Mi por los hermanos.

¡Bienaventurados los pobres de espíritu; ellos serán los ricos en gracia, ya que tendrán un premio por su amor para lo que es la Verdad, y pasarán por la tierra dejando ejemplos de amor!
Bienaventurados aquellos que no tienen apego alguno a las cosas que pasan y viven de esperanza por lo que tendrán.
Los bienes del alma valen ciertamente más que toda riqueza terrena.
Nuestra Providencia tiene cuidado de vosotros si vosotros supiereis tener plena confianza en nuestra Providencia.
Yo proveo siempre lo suficiente a los gorriones, ¿por qué no habría de proveer a vosotros? Aquellos que, apegados a la materia, tienen ansias de tener siempre más y más, no piensan ni en Mí ni en su espíritu.
Por sí solos se procuran esos bienes que parecen y no son verdaderos bienes, ellos no saben de Nuestra Providencia ni saben que Yo en un día puedo hacer lo que ellos hacen en una vida terrena.

No es la verdadera vida esa terrena.
Y entonces, todavía otra vez en verdad os digo:
¡Bienaventurados los pobres de espíritu!

Para ellos es el Reino de los Cielos.

sábado, 2 de julio de 2016

En un instante puedo cambiar a una de mis criaturas que no cree en mí, y hacerla arder de amor por Mí...

¡Mis criaturas!
¡El que me ama me verá! Me verá cuando, al final de su jornada, después de una vida de inquietudes, de alegrías, de ilusiones y desilusiones, de lágrimas y esperanza, verá y gozará de mi luz, de mi abrazo, y escuchará mi voz!
Esta voz que tú ya puedes oír.
El que me ama, a veces me ve ya desde la tierra, me ve con los ojos del espíritu!
¡El que me ama me puede sentir con el alma!
Y si Yo, Jesús, me manifiesto por amor a quien no me ama, ved: entonces el que no me ama me amará. Yo puedo cambiar a una criatura en una hora. En un instante puedo cambiar a una de mis criaturas que no cree en mí, y hacerla arder de amor por Mí.

Yo me muestro a todos los que ardéis de amor en Mí. Me muestro a vuestra alma y vosotros no os sentís solos. Sentís mi voz amorosa, solemne, dulcísima, austera, estimulante, armoniosa...
Y a veces, por un designio divino –misterioso para vosotros– por un don, el carisma extraordinario del alma, me manifiesto a través de un instrumento humano que escribe y habla de manera divina, en Mí.

Para cada tiempo, según la necesidad, la manifestación es distinta para reverdecer mi Palabra, para hacerla conocer, para hacerla vivir...
En los tiempos en que no bastan los que han sido llamados para ser mis ministros, para rejuvenecer mi Palabra, para hacerla conocer verdaderamente, para difundir el amor, ved entonces que Yo, Jesús, en verdad os digo: me sirvo de los que no había llamado para ser ministros, los que llamo mis apóstoles, pescadores de almas.

Y suscito en muchos de ellos Mi Espíritu, como en los primeros.
Y ellos no se explican por qué justamente a ellos, ellos están asombrados y temerosos... ¡Así los quiero! ¡Humildes!
Es simple y claro, como Yo soy simple y claro.
¡Incomprensible es el contrario la estrategia divina: en la tierra, porque después, en Mi Reino, la comprenderéis!
A través de estas palabras Mías Me conocéis mejor. Me sentís junto a vosotros y, en vuestro interior, infundo en vosotros serenidad y paz, os doy el coraje para aceptar las pequeñas y las grandes cosas de vuestra jornada.

Estas palabras no podrían brotar de la fantasía humana, os dejarían indiferentes, mientras que así notáis la Verdad y no la olvidáis jamás! ¡Yo no hago cosas inútiles! ¡Mis dones no son inútiles! ¡Son necesarios para el mundo de hoy, de esta época vuestra en la cual tantas cosas provenientes de la voluntad de los hombres hacen difícil la vida, y tantas cosas queridas por Mí os elevan el espíritu!
Los dolores os elevan el espíritu¡
Y vosotros, en el dolor aceptado, mejoráis y servís de ejemplo. Y Yo no os abandono en vuestro dolor aceptado. Me manifiesto, y una vez más os digo: ¡el dolor es un don que la humanidad teme y no comprende en la tierra, es una prueba!
Entre Mis brazos al final de vuestra jornada, Me lo agradeceréis: entonces habréis comprendido.
Amadme: veréis Mi rostro en vosotros, Yo nunca os abandono y puedo, inclusive, mostrarme a veces delante de vosotros: quien Me ama, me amará mejor, y quien no Me conoce ni Me ama, Me amará.

Yo puedo cambiar un alma en una hora, en un instante, y siempre por amor!
¡He venido a traer la Palabra, es decir, el camino de la Vida para todos; no querría perder ni siquiera una criatura, hago todo por vuestra salvación, por esto os hablo también a través de un alma!
En verdad, una vez más os digo:
para Mí, Jesús, cada uno de vosotros es como si fuera el único en la tierra, en todos los tiempos, en Mi corazón.

¡Sé amar con amor divino!