sábado, 25 de diciembre de 2010

Fragmento del Libro IMITACIÓN DE CRISTO - Tomás de Kempis

Quien me sigue no anda en tinieblas, dice el Señor. Estas palabras son de Cristo, con las cuales nos exhorta a que imitemos su vida y costumbres, si queremos ser verdaderamente iluminados y libres de toda ceguedad del corazón. Sea, pues, todo nuestro estudio pensar en la vida de Jesús.
La doctrina de Cristo excede a la de todos los Santos; y el que tuviese su espíritu, hallará en ella maná escondido. Más acaece que muchos, aunque a menudo oigan el Evangelio, gustan poco de él, porque no tienen el espíritu de Cristo. El que quisiere, pues, entender con placer y perfección las palabras de Cristo, procure conformar con él toda su vida.
¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si no eres humilde, y con esto desagradas a la Trinidad? Por cierto las palabras sublimes, no hacen al hombre santo ni justo; más la virtuosa vida le hace amable a Dios. Más deseo sentir la contrición, que saber definirla. Si supieses toda la Biblia a la letra, y las sentencias de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo, sin caridad y gracia de Dios? Vanidad de vanidades, y todo es vanidad, sino amar y servir solamente a Dios. La suprema sabiduría consiste en aspirar a ir a los reinos celestiales por el desprecio del mundo.
Luego, vanidad es buscar riquezas perecederas y esperar en ellas; también es vanidad desear honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne y desear aquello por donde después te sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuidar que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan rápido se pasa y no buscar con solicitud el gozo perdurable.
Acuérdate frecuentemente de aquel dicho de la Escritura: Porque no se haría la vista de ver, ni el oído de oír. Procura, pues, desviar tu corazón de lo visible y traspasarlo a lo invisible; porque los que siguen su sensualidad, manchan su conciencia y pierden la gracia de Dios.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Extracto del libro La Palabra continúa... MENSAJE DE JESÚS - LAS PALABRAS NO VALEN

Una vez más repito, para quien no lo hubiese entendido, el valor y la importancia de la oración: no valen las palabras, sino los sentimientos; los que hablan y hablan por costumbre o por superstición no dicen nada a mi corazón.
Los que se vanaglorían de sus oraciones no rezan: se ensalzan y basta.
Los que se reúnen en grupos para rezar rosarios tienen que saber que yo miro los sentimientos, no las actitudes
Y vosotros, que rezáis en el silencio de vuestro yo, con confianza, con fe. vosotros sois escuchados. Y siempre con el espíritu, porque las cosas del mundo pasan... Las cosas del mundo las tenéis prestadas como medios para venir a mí. A veces sucede un milagro para demostrar que yo existo, que el Padre existe; sin embargo, lo que os trae dolor sucede porque ha sido escrito en el libro de vuestra vida.
La oración es el contacto con Dios según la propia voluntad, cuando pensáis en el Padre, en mí, en el Espíritu, en mi Madre, en vuestros seres queridos y en los ángeles. Ellos os ponen en contacto conmigo, aunque yo estoy siempre con vosotros, porque mi Espíritu está con vosotros: yo, Espíritu Consolador.
Esta unión, querida por vosotros que, libremente, podéis o no queréis pensar en mí, constituye un coloquio mudo y perseverante, siendo yo parte de vuestros pensamientos y de vuestra vida. Teniéndome presente, os será más fácil amar y también sufrir, porque en el dolor tendréis mi consuelo y la esperanza.
Venid a mí vosotros afligidos, desilusionados y cansados...
Posad vuestra cabeza sobre mis espaldas. Confiad en mí y, cuando todo os parezca perdido, sabed que no vivís una sola vida, la terrena, sino que viviréis otra infinita donde todo y todos podréis encontraros para siempre: Os daréis cuenta entonces de que todo lo que os sucede en la tierra es pasajero: vuestra verdadera casa, vuestra verdadera vida estará en el mundo feliz, mientras tanto os vais preparando y vivís vuestra vigilia.
Los que os han precedido en aquel mundo van preparando grandes festejos para aquel día. “Por fin estás aquí, amor mío; ven, empieza la vida para ti”. “Mamá, mírame, soy como cuando te dejé”. “Te llevo a la nueva casa... hay tantas flores para ti...”
Cuántas veces, a lo largo de los siglos, he oído a los hombres estas palabras y otras similares... En los siglos, más allá de los siglos y más allá del tiempo la vida que vuelve, las lágrimas que terminan, desaparecen las ansias. Juntos y para siempre.
Sin embargo, ¡cuántas veces he temido que no fueran verdaderas estas promesas!... Juntos de nuevo y para siempre. Por eso es importante la oración para el espíritu, para que permanezca puro o se transforme en puro, se enriquezca con las obras de caridad, con el dolor.
Orar es pensar en Dios, tenerlo en el corazón
Orar como sabéis, como os es más connatural... Con el sentimiento, reconociéndome en el rostro de los hermanos, con la fe, buscando en vosotros mi cruz y vuestra esperanza... Rezad con la caridad, con la paciencia, con el ofrecimiento de vuestros dolores. No es fácil aceptar el dolor y, sufriéndolo me lo ofrecéis para que nunca se pierda: es la oración más sublime.
Os resistís a aceptarlo cuando es profundo: sois humanos y tenéis sentimiento, dádmelo a mí y sufriré con vosotros. Con vosotros por encima del tiempo, en cada tiempo...
Y vosotros, por encima del tiempo, con vuestro dolor habéis llevado conmigo aquel peso y unidos hemos rezado el Padre nuestro.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Extracto del libro La Palabra continúa... Mensaje de Jesús: "Atesoraos tesoros en el cielo". (Mt 6, 20)

Mis criaturas!
¡Atesorad vuestras riquezas en el Cielo! ¡Estáis en la tierra para pasar un lapso de tiempo que os sirve de prueba!
En la tierra sois cuerpo y alma y Yo, Jesús, cuido de vuestro cuerpo, he ahí la Providencia, y os dejo libres en el alma: la única cosa vuestra, puesto que todo lo demás lo tenéis en préstamo para la prueba. Os enseño, os he enseñado desde aquel tiempo en que vine a la tierra, a salvar vuestras almas, soplo de vida infundido por el Gran Pensamiento, que os prueba para la Vida y estará siempre viva; por eso, criaturas Mías, vosotros sois vuestra alma y Yo, vuestro Rabí, os enseño a llevarla salva al Reino Celestial.
Acumulad allá vuestras riquezas, son vuestras buenas obras, cada buen sentimiento, cada lágrima aceptada, cada llaga del cuerpo y del alma.
Vuestras riquezas que en la tierra no reconocéis como riqueza, sino las llamáis "dolor”.
¡Vuestras riquezas son lo que dais, lo que daréis, lo que habréis dado!

¡Confiad en Mí para vivir en la tierra, trabajad por vuestro espíritu para vivir en la eternidad!
¡Os conozco débiles y frágiles, os conozco ardientes y amorosos, os conozco santos y traidores!
Y una vez más os digo en verdad: ¡conoceos a vosotros mismos y sed mejores si, al conoceros, veis en vosotros lo que no está bien!
Entonces, a cada uno de vosotros nombro y miro en el alma: ¡tú, crece con la fuerza de lo alto para llegar hasta Mí y no dar importancia a las cosas vanas!

¡Tú, no seas ambicioso más que de Mi amor, si fuere merecido, no te preocupes por lo que querrías ser, sé tú: una criatura, un alma!
Que para ti sea importante Mi juicio, no el de los hombres que te juzgan por tu poder.
Serás poderoso si salvas tu alma, ¿lo demás? Es cosa vana y pasajera.
¡Tú no juzgues a tus hermanos, sino ámalos! ¿Quién eres tú que juzgas? Una criatura como las demás, aun si posees dotes intelectuales que tú y los demás consideran importantes... pero el amor por Mí ¿dónde está? ¿Dónde está el amor por los hermanos? ¡No lo veo en tu alma! Haz que pronto lo encuentre en ti, y te será perdonado mucho si me amares y amares con intensidad para remediar tus pecados.

Tú, no te creas perfecto, nadie lo es, amo en ti tantas cosas de tu espíritu, pero... sé más humilde, no te creas mejor que muchos otros, eres mejor que aquel que ha vivido con más pruebas, tú que no conoces el dolor: ¡Aguarda el dolor para juzgar tu aceptación!

El dolor es una riqueza que es otorgada a todos, en el tiempo, para prueba y por amor.
No vine a la tierra a prometer las cosas fáciles, vine a enseñaros el difícil camino de la salvación, ya que el pecado lo había contaminado todo.
Quien me ama vence al pecado y vence a la muerte, puesto que la muerte es vida en aquel mundo para el cual habéis sido creados.

Os miro en el alma y lo hago por amor, a fin de que sintáis esta mirada mía en vosotros y os haga mejores. Me manifiesto en vosotros y os hago mejores si Me sabéis escuchar y... nuevamente os repito: atesorad vuestras riquezas en el Cielo...