martes, 24 de mayo de 2011

La Humildad

En estos tiempos de soberbia, bien vale hacer mención a este Mensaje de Jesús.

Para reflexionar...

No os creáis mejores que los otros, aunque no lo digáis y lo penséis. Pensad, por el contrario, ser lo que sois, y procurad llegar a ser lo que queréis. La humildad está siempre infravalorada. A veces, el que es humilde parece tonto, y el que es tonto, humilde. Luego están los que se vanaglorian de su humildad; son hipócritas. Vosotros debéis reconocer que todo os lo han dado, sea la inteligencia, sea la constancia, sea la belleza. Reconoced, pues, estos dones sin daros importancia; esa es la humildad. Es humildad también el saber callar, saber aceptar, saber escuchar. La humildad, sin embargo, no debe cubrir la claridad; sed siempre claros, incluso en vuestra humildad. No digáis que no valéis “para nada”, cuando sabéis que no es verdad, sabedores de vuestra personalidad. Es entonces cuando la humildad se transforma en hipocresía. No os pongáis como modelos, o mejor, no pongáis por delante lo que creéis que son vuestras virtudes.
Sed conscientes de ser sólo lo que sois: claros, límpidos y leales. El juicio no le corresponde al mundo. Yo, en el Padre, miro vuestras almas. En aquel tiempo expliqué muchas cosas, que el mundo todavía no ha podido comprender. No es el entendimiento, sino el corazón, el que no quiera comprender lo que no le gusta. Esto es para vosotros el ser humildes. Entonces ¿por qué os engreís de lo que no es vuestro, sino de Dios? Os han dado los talentos para probaros; debéis usarlos según vuestra capacidad, y a través de vuestra sensibilidad. La humildad es de los mejores; de los que sólo en apariencia parecen pequeños.


 Ellos no presumen; no miran lo que tienen los demás para imitarlos y envidiarlos, sino que consideran los valores humanos como propios de cada uno. Y hay valores en los más humildes, en los que son grandes y parecen pequeños, y no presumen de sus valores, porque, sencillamente, los viven. Con frecuencia os paráis en las apariencias; a veces es arrogancia de carácter; el que es prepotente se hace respetar; el que es rico, ostenta su riqueza. Y nadie de estos piensa que lo que tiene lo ha recibido, y lo están usando mal. Nadie es mejor que otro, porque cada uno es una mezcla de valías y de defectos, y ha recibido talentos de forma distinta. Yo busco en el corazón lo que vale, lo que es más precioso y oculto, o lo que ha quedado. En ciertos casos no es la mente la que comprende los valores del espíritu, sino el corazón. El corazón humilde y puro. No obstante, no se consigue la humildad sólo con quererla, pues en tal caso es falta de humildad. La humildad se vive en el silencio, sintiéndose como o peor que los demás, reconociendo que lo que uno tiene ha sido recibido. Y si en vosotros reconocéis valores o dones particulares, no los consideréis nunca como fruto de vuestras cualidades personales.
No busquéis poneros como modelo; estad simplemente a la escucha…
Si os ofrecen el puesto mejor cuando sois invitados, dejad a otros este puesto. Corréis el peligro de poneros en el escalón más alto.
Intentad permanecer siempre por debajo de aquel escalón. Si sois humildes estaréis también alegres de estar en medio de los demás y veros considerados como los otros. Siempre inseguros y necesitados de ayudas y consejos, porque las criaturas seguras son las que han perdido aquel don, al considerarlo como mérito personal suyo.
Tú escucha y sigue. Sabes que no es un mérito el don recibido. Prefiera sentarte en el último puesto, y confíate en tu custodio celestial, y aún más en el terreno. Si te hablo, es para tu humildad y para tu lealtad; y también, un poco, para tu inconsciencia. “Bienaventurados los limpios de corazón.”

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