sábado, 9 de febrero de 2013

LA VERDADERA LIBERTAD DE ESPÍRITU


Cuando yo, unido por el Espíritu a nuestro Padre, llamo a mí a una criatura, hay siempre fiesta grande por su llegada al cielo.
Y... mientras vosotros lloráis, ellos vienen en mi viento. Mi viento es el amor.
Ellos están conmigo y esperan.
¡Están parados en su no tiempo (dichosos los que no han conocido la vejez, que no han vivido el pecado, que han sido puros de corazón)!
Están conmigo y gozan de la luz del Padre y, al mismo tiempo, están con vosotros, silencioso, risueños, luminosos... Y os esperan... Y os serán dados para siempre, porque os he dicho que os améis unos a otros y por siempre. El amor no es sólo para la días terrenos, ¡el amor es para la eternidad! Debéis pensar que sólo os han precedido en el largo y breve viaje y os están preparando la casa eterna. ¡La eternidad! Para vosotros resulta in-comprensible, pero todo se mueve, se renueva y no pasa.
El espacio no existe y entonces es ilimitado.
He aquí la verdadera libertad de espíritu.
¿El tiempo? Es para la tierra, como límite que encarcela a los mortales.
Hecho solamente para probaros, para llevaros a través del amor a vuestros queridos ya en la eternidad, a mí, al Padre celeste.
En el mundo de la armonía maravillosa, en el que los ángeles han toma-do un semblante estupendo para vosotros y vuestros ángeles tienen el rostro de los que habéis amado, adorado.
¡Y volveréis a escuchar las voces amadas!
Deberíais mirar con ojos espirituales su rostro, teníais que estar ciertos de su presencia invisible.
Los he tomado para llevaros a la vida maravillosa, y os los devolveré en la vida deslumbrante.
Y me seréis gratos y seréis gratos a nuestro Padre cuando volváis a tenerlos. Sólo el tiempo os divide... ¡vuestro tiempo terrestre!
El tiempo pasa... hojas en el viento son vuestros días, en el cielo encontraréis vuestro árbol.

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