sábado, 28 de julio de 2012

La Misa...


¡Mis criaturas!
La Misa es algo grande, tan grande que muchas veces no se la comprende en toda su importancia. Vosotros debéis conocerme para comprender, para gozar y estremeceros, ¡porque Yo desciendo ante vosotros y os miro!
Vosotros no me veis... solamente algunos me ven, los más puros, los que me aman y por lo tanto me conocen profundamente, porque para conocerme es necesario amarme y querer saber todo acerca de Mí: pues bien, ¡algunos de vosotros me veis con los ojos espirituales y vuestro espíritu se colma de Mí!






Quisiera que todos fueran así, y muchas veces veo corazones áridos, os veo a vosotros que venís a la Misa por obligación, a vosotros que venís por respeto humano, a vosotros por costumbre. Y os veo también a vosotros que habéis comprendido, ¡que no desperdiciáis el pan! Cuando Yo entro en vuestro espíritu en gracia, mi Corazón late unido al  vuestro. ¡Yo tu pan, Yo tu vino! Hermano de los hermanos, el Hijo del Hombre que posa su cabeza cansada sobre vuestros corazones. ¡En los corazones de aquellos que me aman, que me amaron y que me amarán!



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