domingo, 22 de julio de 2012

Los pecados de la lengua...


3:1 Hermanos, que no haya muchos entre ustedes que pretendan ser maestros, sabiendo que los que enseñamos seremos juzgados más severamente,
3:2 porque todos faltamos de muchas maneras.
Si alguien no falta con palabras es un hombre perfecto, porque es capaz de dominar toda su persona.
3:3 Cuando ponemos un freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dominamos todo su cuerpo.
3:4 Lo mismo sucede con los barcos: por grandes que sean y a pesar de la violencia de los vientos, mediante un pequeño timón, son dirigidos adonde quiere el piloto.
3:5 De la misma manera, la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, puede jactarse de hacer grandes cosas. Miren cómo una pequeña llama basta para incendiar un gran bosque.
3:6 También la lengua es un fuego: es un mundo de maldad puesto en nuestros miembros, que contamina todo el cuerpo, y encendida por el mismo infierno, hace arder todo el ciclo de la vida humana.
3:7 Animales salvajes y pájaros, reptiles y peces de toda clase, han sido y son dominados por el hombre.
3:8 Por el contrario, nadie puede dominar la lengua, que es un flagelo siempre activo y lleno de veneno mortal.
3:9 Con ella bendecimos al Señor, nuestro Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. 
3:10 De la misma boca salen la bendición y la maldición. Pero no debe ser así, hermanos.
3:11 ¿Acaso brota el agua dulce y la amarga de una misma fuente?
3:12 ¿Acaso, hermanos, una higuera puede producir aceitunas, o higos una vid? Tampoco el mar puede producir agua dulce.


CAPÍTULO 3 DE LA CARTA DE SANTIAGO

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