viernes, 23 de noviembre de 2012

La perla más bella de vuestro estuche...

Mis criaturas!
¡Vuestra fe en Mí es una perla!
Es la cosa más preciosa que poseéis: cuidadla y conservadla: es una joya verdaderamente preciosa. Dejad entonces todas las cosas vanas, tenedlas para usarlas, haced el uso adecuado y... nada más.
¡Si tenéis, dad, si no tenéis quedaos tranquilos, soy Yo quien proveerá por vosotros!
¡Mis criaturas: dad en proporción a lo que se os ha dado, que se os ha dado para eso! Y los bienes que Yo en el Padre y unidos en el Espíritu os he dado, he aquí: almas queridas, los bienes espirituales, dadlos a los hermanos para que puedan verlos como una perla preciosa digna de ser conservada celosamente.
¡Y los bienes materiales dadlos con igual entusiasmo, aunque tienen bien poca importancia en comparación con las cosas del espíritu, pero si se dan en el Espíritu, o sea, en el amor en Mí, harán parte después para vosotros, en el futuro eterno de gozo espiritual, puesto que lo que hayáis hecho en Mi nombre por caridad hacia los hermanos, os será restituido para el espíritu! Lo que os he dado es para el espíritu, aunque sea material.

Por eso, en verdad os digo que conservéis en vosotros la perla preciosa: ¡la fe!


Entre los muchos tesoros es el más importante, ¡sin embargo en la tierra muchos dan más importancia a las demás cosas y son miserables ante Mis ojos! Yo veo que no tienen la perla más preciosa...
Que el primer sentimiento en vosotros sea para Mí, sea en el amor hacia el Padre, sea con nuestro Espíritu..
Y, entonces, obraréis todo en consecuencia y todo así os será fácil... ¡Esa perla es vuestra conversión!
¡Tú, que un día no la poseías, ahora sabes cuánto vale!
¡Ha cambiado la vida en ti, has renacido realmente ahora que tienes esa perla!
Y tú cuídala, no seas un tibio, sino acrecienta tu fe con ardor.
¡Haz brillar la luz de tu perla!
¡Sed consecuentes con vuestra fe! Volvedla activa, ahogad en vosotros lo que no está bien y lo podéis reconocer, exaltad y engrandeced lo que está bien; haced por Mí algún sacrificio: servidme.

No se puede servir a dos amos: siguiendo y sirviéndome a Mí deberéis abandonar muchas cosas: vuestros sentimientos mezquinos, vuestra vanidad, vuestro egoísmo... Vuestro amor propio, la envidia hacia el prójimo, el odio, el rencor...
Para seguirme debéis liberaros de los pequeños y de los grandes pecados, y así seréis realmente hombres de fe, puesto que la fe no es decirme: ¡te amo!
La fe es obrar en Mí, amar a los hermanos, perdonar a los enemigos. No es suficiente decirme: ¡Te amo!
Prefiero el silencio, si la palabra no es acompañada por el sentimiento.
¡Mis criaturas! ¡Todavía una pausa, de nuevo os enseño con palabras claras la Verdad, la más importante, la única!
Estas palabras las dije a los primeros, las he repetido al mundo y parecen fáciles... No es fácil vivir en el mundo como Yo deseo que viváis. No es fácil, pero brinda serenidad el vivir buscando ser mejores y dar peso e importancia a lo que verdaderamente tiene importancia y peso.
Entonces, la vida en el mundo no importa si es fácil, pasa... Conduce a la verdadera Vida e ¿importa mucho sufrir en Mí, si después se gozará para siempre?
¡En tal caso importa sufrir!
¡Cierto que vale bien la pena, Mis suspiros!
Entonces, conservad vuestra fe conquistada, o hallada, mas siempre poseída: la perla más bella de vuestro estuche.

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