miércoles, 22 de agosto de 2012

Dichosos Vosotros que creéis en Mi...


¡Todo lo que hacéis por defenderme es, para mí y para vosotros, el camino hacia  mi reino!
¡Tú, no temas!
La Iglesia verdadera, santa y eterna, soy yo, Jesús unido al Padre, unidos por el Espíritu de amor, y vosotros sois los que me amáis y no teméis de exponeros para defenderme.
Quien defiende a la Iglesia nos defiende: “¡Dichosos los que sufren por mí y defienden la verdad!”.
¡Mi Iglesia sois también, y sobre todo, vosotros!
A mis primeros discípulos, que fueron humanos, débiles, como vosotros... les dio fuerza nuestro Espíritu y así es, ha sido y será en todo tiempo para los que me han defendido.
¡Mi Iglesia! Surgirá el sol sobre las ruinas y todo lo que está podrido se convertirá en ruina; pero el bien y  la verdad harán surgir a mi Iglesia y entonces el sol brillará sobre su gloria.
Resurgirán otros edificios del Espíritu y otros templos, y mi Palabra nunca será falseada ni mal interpretada.
“¡Dichosos los que sufren por defender a la Iglesia! ¡Dichosos los que sufren por la injusticia que tienen que padecer! ¡Dichosos vosotros, que creéis en mí. Vosotros, pobres de espíritu, gozaréis en el reino de los cielos riquezas maravillosas! ¡Dichoso vosotros, que me amáis!
Desde la montaña he pronunciado palabras que han asombrado al mundo...
“Ese hombre está loco”.
“Habla del dolor como si fuese una gracia...”
¿Estaba loco? No; conocía cada verdad y sabía de Dios y veía desde Dios a toda la humanidad que se había alejado; más aún, había sufrido.
Conozco el valor del dolor y, por eso, todavía os digo: “Dichoso vosotros que lloráis...”
Tendréis perlas y flores como recompensa de tantas lágrimas derramadas, porque en el reino viviréis felices

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