Vuestro
sufrimiento es riqueza dada por mí, dispensada por mi Padre
Desde la montaña he
anunciado a la humanidad las más sentidas palabras de esperanza sobre el dolor
del mundo. Dolor que sublima, que santifica, que hace que me busquen a mí y al
Padre, después de un tiempo de protesta y rebelión; dolor maestro del espíritu,
que después ayudará a comprender el dolor de los demás.
Ahora, después de
siglos, aún me dirijo a vosotros, con estas nuevas palabras antiguas. A
vosotros, que creéis en estas palabras, a vosotros que me escucháis, en verdad
os digo todavía: “Bienaventurados.”
Bienaventurados en la
nostalgia de los que habéis perdido; bienaventurados por las lágrimas ocultas,
vosotros, que sufriendo sabéis sonreír. Bienaventurados, los que sufrís, porque
en el Reino seréis fuertes y felices. Bienaventurados, los que no veis, pero
tenéis los ojos espirituales bien abiertos. Bienaventurados, los que escucháis
con el alma y sois limpios de corazón. Bienaventurados, todos vosotros, los que
habéis sufrido, porque vuestro sufrimiento es riqueza dada por mí, dispensada
por el Padre.
Vosotros no la querríais,
querríais la felicidad, la riqueza, la salud, la vida de vuestros seres
queridos, cercanos a vosotros, no añorados…Querríais todo lo que después
tendréis. Bienaventurados vosotros, que pasaréis por la puerta estrecha, y al
otro lado de ella me encontraréis a mí, a mi Madre, a vuestros seres
queridos, al sol.
Los ciegos verán
cosas maravillosas; los sordos oirán música maravillosa… y pobres de vosotros,
los egoístas, en medio de vuestro bienestar, vosotros que miráis con compasión
al que sufre, sin aliviar un poco su sufrimiento… Bienaventurados vosotros, que
os sacrificáis, que sois santos, porque no sabéis que lo sois; vosotros que
sois los más ricos, porque aceptáis con serenidad las pruebas. Bienaventurados
vosotros, porque poseeréis mi Reino. Tras aquella puerta encontraréis a los
ángeles. Ellos son criaturas reales, que os han acompañado en el dolor y
apoyado en el sacrificio y en la nostalgia, y han recogido vuestras lágrimas
ocultas. Bienaventurados vosotros, que aun en el dolor habéis sido generosos
con los que sufrían como vosotros. Bienaventurados vosotros, que compartisteis
con los demás vuestro único pan. Bienaventurados vosotros, que hacéis la
caridad para con las almas con trabajo y sacrificio. Me defendéis, y se burlan
de vosotros. ¡Bienaventurados!
Bienaventurados los
mansos, los puros, los pobres en el espíritu y en la realidad, los justos, los
perseguidos, los que sufren…El Reino es vuestro; allí os esperan y, una vez
llegados, encontraréis lo que no habéis tenido en la tierra, lo que habéis
perdido en la tierra, porque habéis llorado. Será reconocida cada una de
vuestras obras de amor; los ángeles os llevarán las lágrimas que habéis
ocultado, y se convertirán en perlas.
Mantengo, ante mi
Padre, cada una de las promesas. Os espero, la puerta está abierta, el sol alto
para vosotros; ahora, en el tiempo, en la tierra, estad serenos, porque es
grande la felicidad que os espera, y esta certeza no puede por menos de daros
serenidad.
Ésta es la fe, ésta
es la confianza, ésta es la religión vivida. Bienaventurados vosotros, que
habéis creído en lo que ahora os he dicho.
En lo alto de los
cielos, un Reino fe felicidad, donde no existe más que la belleza, donde nada
puede perturbar, y los temores se acaban., donde, unidos entre vosotros, nunca
más os separaréis, donde no existen las lágrimas, a no ser las derramadas por
la felicidad y la exaltación. Un Reino todo para vosotros, bienaventurados.
Hermoso texto que llega al alma, gracias DIOS porque despues de esta vida estaremos junto a vos todos los que creemos en vos.
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