Dije a los Apóstoles: “Venid conmigo, sólo Yo tengo
Palabras de vida.”
Ellos no comprendieron enseguida mis palabras… Para
todos la vida es la de la tierra, cuando todavía no están en grado de pensar
que la “Vida”, de la que Yo hablo, significa vida eterna.
Os he repetido también a vosotros: “Venid conmigo.” Y
vosotros me habéis seguido y comprendido. Tened, pues, confianza, y sabed que
quien me sigue tiene una protección particular.
Pequeñas pruebas, cierto, para la vida eterna, pero
grandes ayudas y satisfacciones.
Vosotros, que habéis llevado por mí el amor al mundo,
no os podéis imaginar cuánto amor habéis creado con vuestras acciones. Hay una
fe que está por encima de la fe común, que permit en
superar muchas cosas de la pequeña fe; que permit e
vivir en unión con el Cielo y con sus felices habit antes;
que hace que la plegaria sea unión, sentimiento y pensamiento continuo. Como
una música cercana y lejana, una melodía que acompaña vuestros pensamientos y
vuestros gestos. Hay una fe hecha de honradez, de caridad, de amor al prójimo…,
la verdadera y profunda fe de los que no se envanecen de ella, sino que la
viven interiormente. Dije muchas cosas a los Apóstoles. Y ahora, otras cosas,
muchas cosas, os las digo a vosotros, en cuanto Palabras de Vida eterna.
“Maestro, después de ti ¿quién podrá decir palabras como las que dices tú?” –
“Simón, Yo estaré siempre con el mundo, siempre que haya uno sólo que me
escuche. Sólo uno”
Muchos ahora no me escuchan, no me llaman, no piensan
en su espírit u, sujetados, como
están, por las cosas materiales, por las cosas vacías. Sin embargo tienen
mentes aptas para el pensamiento. “Venid a mí.” Pero ellos van por otro camino.
Donde les lleve cualquier mal viento. Por eso os bendigo.
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