jueves, 19 de enero de 2012

Un día: uno de mis días, dejé a mi Madre para ir a predicar al mundo...


¡Mis criaturas!
¡Cada uno de vosotros lleva un peso, una responsabilidad, un dolor!

¡Mis dones son para elevar vuestro espíritu! ¡Para enriquecerlo!
No obstante, vosotros buscáis la paz, buscáis la felicidad... Mis suspiros: las encontraréis en el Reino Mío y vuestro... Estáis pasando por la tierra, estáis viniendo hacia Mí. No miréis el suelo, mirad al Cielo: allá está vuestra meta, allá está vuestra esperanza. En aquel tiempo, cuando vine a la tierra, hecho hombre, verdadero DIOS, a traer el amor y así la Redención: un día: uno de Mis días, dejé a Mi Madre para ir a predicar al mundo: Cierto, al mundo: entonces también os he hablado a vosotros, a los de entonces, y a aquellos que vendrán después de vosotros.

Cuando dejé a Mi Madre. Mi Madre lloró y Mi corazón de hombre se estremeció: le daba el primer dolor, al cual seguiría después el gran dolor de la Cruz. ¡Mi Madre lo sabía! ¡Por eso Mi Madre comprende el dolor de todas las madres, como Yo, Jesús, lo comprendo! ¡El dolor más grande: el dolor que enaltece y santifica si aceptándolo se pronuncia el "Fiat"!
¡Mis criaturas, después del dolor más grande: la mayor alegría!
Cuando Mi Madre me volvió a abrazar, cuando fui a su encuentro en Su despertar, mientras subía intacta a los Cielos, Ella sintió en el alma el gozo más grande: ¡Esa que os espera a vosotras: madres doloridas!
Y vosotros que sufrís grandes dolores materiales, vosotros que sois pobres de cosas materiales, vosotros que estáis fatigados, vosotros que no sois comprendidos... ¡Yo, Jesús, fui todo eso! ¡Y después he tenido la gloria y Mi puesto a la diestra de Nuestro Padre! También para vosotros será la gloria si hubiereis pronunciado con el alma y el corazón aquel "¡Fiat!" "Fiat voluntas tua!..."
Y en Mi nombre obrad siempre y obrad en Mi voluntad: ¡tendréis la plenitud de la alegría en vuestro futuro de luz! Por esto, una vez más os digo en verdad: ¡Felices! Felices porque lloráis, felices porque sufrís, felices porque padecéis, felices porque os falta lo que haría más fácil la vida, felices si padecéis en la carne y felices si padecéis en el alma. ¡Felices si, a pesar de todo esto, sabéis sonreír a los demás! ¡Felices si no miráis al suelo sino al cielo!
¡Felices si Me lleváis en el corazón en todo momento de vuestra jornada! ¡Felices, felices si Me sabéis sentir siempre en el corazón!
¡Felices si no conocéis la envidia, la codicia y la maldad.
Felices si sabéis vivir el amor. Felices si creéis en Mí sin reserva alguna.
¡Y todavía os digo felices si creyereis en estas Mis Palabras, capaces de traeros amor y enseñanza a través de una criatura como vosotros!
Soy vuestro Rabí, ¿no reconocéis acaso Mi lenguaje?

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