- Diría que es una invención genial por parte de Dios. Y aquí
quisiera proponerles una imagen toda mía. Supongan que un día se abre una
puerta y aparece un ser extraordinariamente bello, de una belleza tal, nunca
vista sobre la tierra. Aquí quedan fascinados, trastornados por este SER de luz
y de belleza, tanto más que él demuestra estar locamente enamorado de ustedes
(lo que nunca se hubiesen imaginado); se dan cuenta que también él tiene un
gran deseo de atraerlos a sí, de abrazarlos; y el fuego del amor que quema ya
en sus corazones los empuja seguramente a precipitarse entre sus brazos. Pero
ustedes, se dan cuenta, en ese preciso instante, de que hace meses que no se
lavan, que huelen mal, que se sienten horriblemente feos; tienen la nariz que
chorrea, los cabellos grasosos y pegoteados, horribles manchas de suciedad
sobre la ropa, etc., etc. Entonces se dicen a sí mismos: "¡No, no es
posible que yo me presente en este estado!. Es preciso que antes me lave, me
duche, y luego, rápidamente, regrese a verlo…". Pero he aquí que el amor
nacido en sus corazones es tan intenso, tan fuerte, tan abrasador, que este
atraso debido a la ducha es absolutamente insoportable. Y el dolor mismo de la
ausencia, aunque dure sólo pocos minutos, causa un ardor atroz en el corazón.
Y, ciertamente, este ardor es proporcional a la intensidad de la revelación del
amor: es una Llama de amor...
Pues bien, el
Purgatorio es exactamente esto. Es un atraso impuesto por nuestra impureza, un
atraso antes del abrazo de Dios, una Llama de amor que hace sufrir
terriblemente; una espera, o si quieren, una nostalgia, del Amor. Es
precisamente esta Llama, esta ardorosa nostalgia la que nos purifica de todo lo
que aún es impuro en nosotros. Me atrevería a decir que el Purgatorio es un
lugar de deseo, del deseo loco de Dios, de Dios que ya ha sido reconocido y
visto, pero al cual el alma todavía no se ha unido.
...ningún
alma quisiera volver del Purgatorio a la tierra, porque ellas ya tienen un
conocimiento de Dios infinitamente superior al nuestro, y no podrían nunca más
decidirse a regresar a las tinieblas de este mundo. He aquí, entonces, la gran
diferencia entre los sufrimientos del Purgatorio y los de la tierra: en el
Purgatorio, aunque sea terrible el dolor del alma, la certeza que se tiene de
vivir con Dios es tan fuerte e indestructible que el gozo de esta certeza
supera aun el dolor; y por nada del mundo esas almas quisieran volver a vivir
sobre la tierra donde, al fin de cuentas, nunca se tiene seguridad de nada.
Extracto de la entrevista de Sor Emmanuel a María Simma
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