Dije a los apóstoles: No penséis que
he venido a abolir la Ley y los Profetas... He venido a confirmar, a instruir, a traer el amor,
a enseñarlo..
Ya vine y ahora vuelvo a repetir verdades
nuevas y antiguas.
Tenéis que vivir en el bien, observar los
mandamientos y así entraréis por la puerta, detrás de la cual está la
felicidad. No vengáis ante mi altar si no estáis en gracia, si tenéis rencor a
alguno y, mucho menos, si odiáis, Venid a mí vestidos de blanco y conservad ese
vestido para pasar por aquella puerta.
No cometáis adulterio, sino vivid en
fidelidad vuestro único amor, aún en este tiempo, en el que muchos no tienen fe
y se desconoce la moral. Sed fieles, justos, serios y leales. No escandalicéis.
Muchos ahora escandalizan y llevan a otros al mal, porque no saben ya discernir
el bien del mal. La verdad es la antigua, que no debe acomodarse a los tiempos,
sino que son los tiempos los que tienen que ajustarse a la verdad. Decid
siempre la verdad o, más bien, interiorizad vuestro pensamiento, ¡sed claros!
Quizás se os juzgue mal, pero el único que debe importaros es el juicio divino.
Y, por esta verdad, defendedme, dando testimonio de lo que yo soy, y de lo que
he hecho por vosotros, y de cuánto os amo.
Sed humildes, porque lo que sois o tenéis
no es vuestro; sed sinceros, porque yo veo el alma y os leo el pensamiento. ¡Y
sed morales! O más bien, vivid en lo justo, en la claridad, en la honestidad.
Escuchad ahora estas palabras que son para vuestros tiempos y para los que vendrán,
porque aún no habéis tocado el fondo de
este mar turbio. Vosotros, que creéis en mi, ¡buscad el modo de hacer un
poco de luz! Pequeñas luces que aún dan claridad. Procurad dar testimonio de la verdad y seréis escuchados,
porque sois normales, humildes y no alardeáis de nada. ¡No vestís de negro,
sino de blanco y conserváis ese vestido para entrar por la puerta estrecha! ¡Y
no he venido en vano! He traído la luz al mundo y os he dejado muchas lámparas
encendidas. Estad en paz con todos, perdonad; así viviréis el amor difícil que
es el amor verdadero. ¡No matéis!
Haced vivir cada vida. Y recordad: ¡Lo
que yo he unido en el Padre, ningún hombre lo podrá dividir! La vida humana es
sagrada, así como el matrimonio.
He aquí mis lámparas encendidas: estas
palabras se esparcirán por el mundo según mis designios, como si yo volviese al
mundo, como entonces, y bajo las estrellas, con vosotros a mi alrededor. Yo confirmo
cada verdad y, cuando vuelva glorioso, encontraré en el mundo muchas lámparas encendidas.
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