¡Mis criaturas!
¡El que me ama me verá! Me verá cuando, al final de su jornada, después
de una vida de inquietudes, de alegrías, de ilusiones y desilusiones, de
lágrimas y esperanza, verá y gozará de mi luz, de mi abrazo, y escuchará mi
voz!
Esta voz que tú ya puedes oír.
El que me ama, a veces me ve ya desde la tierra, me ve con los ojos del
espíritu!
¡El que me ama me puede sentir con el alma!
Y si Yo, Jesús, me manifiesto por amor a quien no me ama, ved: entonces
el que no me ama me amará. Yo puedo cambiar a una criatura en una hora. En un
instante puedo cambiar a una de mis criaturas que no cree en mí, y hacerla
arder de amor por Mí.
Yo me muestro a todos los que ardéis de amor en Mí. Me muestro a vuestra
alma y vosotros no os sentís solos. Sentís mi voz amorosa, solemne, dulcísima,
austera, estimulante, armoniosa...
Y a veces, por un designio divino –misterioso para vosotros– por un don,
el carisma extraordinario del alma, me
manifiesto a través de un instrumento humano que escribe y habla de manera
divina, en Mí.
Para cada tiempo, según la
necesidad, la manifestación es distinta para reverdecer mi Palabra, para
hacerla conocer, para hacerla vivir...
En los tiempos en que no bastan los que han sido llamados para ser mis
ministros, para rejuvenecer mi Palabra, para hacerla conocer verdaderamente,
para difundir el amor, ved entonces que Yo, Jesús, en verdad os digo: me sirvo
de los que no había llamado para ser ministros, los que llamo mis apóstoles,
pescadores de almas.
Y suscito en muchos de ellos Mi Espíritu, como en los primeros.
Y ellos no se explican por qué justamente a ellos, ellos están
asombrados y temerosos... ¡Así los quiero! ¡Humildes!
Es simple y claro, como Yo soy simple y claro.
¡Incomprensible es el contrario la estrategia divina: en la tierra,
porque después, en Mi Reino, la comprenderéis!
A través de estas palabras
Mías Me conocéis mejor. Me sentís junto a vosotros
y, en vuestro interior, infundo en vosotros serenidad y paz, os doy el coraje
para aceptar las pequeñas y las grandes cosas de vuestra jornada.
Estas palabras no podrían brotar de la fantasía humana, os dejarían
indiferentes, mientras que así notáis la Verdad y no la olvidáis jamás! ¡Yo no hago cosas
inútiles! ¡Mis dones no son inútiles! ¡Son necesarios para el mundo de hoy, de
esta época vuestra en la cual tantas cosas provenientes de la voluntad de los hombres hacen difícil la vida, y tantas cosas
queridas por Mí os elevan el espíritu!
Los dolores os elevan el
espíritu!
Y vosotros, en el dolor aceptado, mejoráis y servís de ejemplo. Y Yo no
os abandono en vuestro dolor aceptado. Me manifiesto, y una vez más os digo:
¡el dolor es un don que la humanidad teme y no comprende en la tierra, es una
prueba!
Entre Mis brazos al final de
vuestra jornada, Me lo agradeceréis: entonces habréis comprendido.
Amadme: veréis Mi rostro en
vosotros, Yo nunca os abandono y puedo, inclusive, mostrarme a veces delante de
vosotros: quien Me ama, me amará mejor, y quien no Me conoce ni Me ama, Me
amará.
Yo puedo cambiar un alma en una hora, en un instante, y siempre por
amor!
¡He venido a traer la
Palabra, es decir, el camino de la Vida para todos; no querría
perder ni siquiera una criatura, hago todo por vuestra salvación, por esto os
hablo también a través de un alma!
En verdad, una vez más os digo:
para Mí, Jesús, cada uno de vosotros es como si fuera el único en la
tierra, en todos los tiempos, en Mi corazón.
¡Sé amar con amor divino!