¡Es necesario entrar por la puerta
estrecha! Más allá de esta puerta está la verdadera felicidad.
Es necesario el dolor para sublimar el
espíritu, físico y moral; son necesarias ansias, fatigas, tormentos... Los
peldaños para subir con el espíritu a lo alto, hasta mí, hasta mis brazos, que
están tendidos hacia vosotros. Es necesario seguirme, es necesario ofrecer, es
necesario aceptar.
¡Ésta es la verdadera oración! Y ahora,
¿por qué teméis los males? ¿Por qué teméis el sufrimiento? Son las pruebas las
que os subliman el espíritu y pasan, porque sólo existen en el tiempo terreno y
el tiempo es el río que va, no se detiene, lleva a la luz.
Así pasan las alegrías y así pasan los
dolores del mundo.
Si tú sabes estar en el mundo y no ser
del mundo, puedes aceptar y ofrecer lo que para ti es una prueba. Si crees en
mí, en mis palabras, ellas son para ti, nuevas y antiguas, para curar tu
espíritu, así serás más fuerte. No te preguntes nada: escúchame.
Mi voz es fuerte, es armoniosa, penetra
los corazones, levanta las almas y, al mismo tiempo, es interior. Por eso,
escúchame en ti. Te he llamado para que sirvas a la Iglesia y no siempre es
fácil; con frecuencia puede ser sacrificio y renuncia.
Y no siempre es fácil cada vida; cada uno
tiene sus penas, sus tormentos, dolores, ansias, nostalgia, llanto escondido.
Dichosos los que saben esconder el llanto
y dichosos los que me ayudarán a llevar el peso de la cruz: ¡llevarán conmigo
la felicidad de la gloria!
¡Dichosos los que, cuando sufren, ayudan
a los que sufren!
Escaleras para subir, medios para abrir
la puerta. Allí está la vida que no acaba; allí se acaba el dolor. Y ¿para qué
vale, entonces, el dolor del mundo?
Para sublimar el espíritu. ¡He ahí por
qué es un don! El más grande, el más incomprendido.
AMEN!!!!!! Nada mas cierto, como creyentes debemos aceptar nuestra cruz y llevarla con orgullo hacia nuestro PADRE.
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