sábado, 28 de julio de 2012

La Misa...


¡Mis criaturas!
La Misa es algo grande, tan grande que muchas veces no se la comprende en toda su importancia. Vosotros debéis conocerme para comprender, para gozar y estremeceros, ¡porque Yo desciendo ante vosotros y os miro!
Vosotros no me veis... solamente algunos me ven, los más puros, los que me aman y por lo tanto me conocen profundamente, porque para conocerme es necesario amarme y querer saber todo acerca de Mí: pues bien, ¡algunos de vosotros me veis con los ojos espirituales y vuestro espíritu se colma de Mí!






Quisiera que todos fueran así, y muchas veces veo corazones áridos, os veo a vosotros que venís a la Misa por obligación, a vosotros que venís por respeto humano, a vosotros por costumbre. Y os veo también a vosotros que habéis comprendido, ¡que no desperdiciáis el pan! Cuando Yo entro en vuestro espíritu en gracia, mi Corazón late unido al  vuestro. ¡Yo tu pan, Yo tu vino! Hermano de los hermanos, el Hijo del Hombre que posa su cabeza cansada sobre vuestros corazones. ¡En los corazones de aquellos que me aman, que me amaron y que me amarán!



miércoles, 25 de julio de 2012

El dolor es un don...


¡Es necesario entrar por la puerta estrecha! Más allá de esta puerta está la verdadera felicidad.
Es necesario el dolor para sublimar el espíritu, físico y moral; son necesarias ansias, fatigas, tormentos... Los peldaños para subir con el espíritu a lo alto, hasta mí, hasta mis brazos, que están tendidos hacia vosotros. Es necesario seguirme, es necesario ofrecer, es necesario aceptar.
¡Ésta es la verdadera oración! Y ahora, ¿por qué teméis los males? ¿Por qué teméis el sufrimiento? Son las pruebas las que os subliman el espíritu y pasan, porque sólo existen en el tiempo terreno y el tiempo es el río que va, no se detiene, lleva a la luz.
Así pasan las alegrías y así pasan los dolores del mundo.
Si tú sabes estar en el mundo y no ser del mundo, puedes aceptar y ofrecer lo que para ti es una prueba. Si crees en mí, en mis palabras, ellas son para ti, nuevas y antiguas, para curar tu espíritu, así serás más fuerte. No te preguntes nada: escúchame.
Mi voz es fuerte, es armoniosa, penetra los corazones, levanta las almas y, al mismo tiempo, es interior. Por eso, escúchame en ti. Te he llamado para que sirvas a la Iglesia y no siempre es fácil; con frecuencia puede ser sacrificio y renuncia.
Y no siempre es fácil cada vida; cada uno tiene sus penas, sus tormentos, dolores, ansias, nostalgia, llanto escondido.
Dichosos los que saben esconder el llanto y dichosos los que me ayudarán a llevar el peso de la cruz: ¡llevarán conmigo la felicidad de la gloria!
¡Dichosos los que, cuando sufren, ayudan a los que sufren!
Escaleras para subir, medios para abrir la puerta. Allí está la vida que no acaba; allí se acaba el dolor. Y ¿para qué vale, entonces, el dolor del mundo?
Para sublimar el espíritu. ¡He ahí por qué es un don! El más grande, el más incomprendido.

domingo, 22 de julio de 2012

Los pecados de la lengua...


3:1 Hermanos, que no haya muchos entre ustedes que pretendan ser maestros, sabiendo que los que enseñamos seremos juzgados más severamente,
3:2 porque todos faltamos de muchas maneras.
Si alguien no falta con palabras es un hombre perfecto, porque es capaz de dominar toda su persona.
3:3 Cuando ponemos un freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dominamos todo su cuerpo.
3:4 Lo mismo sucede con los barcos: por grandes que sean y a pesar de la violencia de los vientos, mediante un pequeño timón, son dirigidos adonde quiere el piloto.
3:5 De la misma manera, la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, puede jactarse de hacer grandes cosas. Miren cómo una pequeña llama basta para incendiar un gran bosque.
3:6 También la lengua es un fuego: es un mundo de maldad puesto en nuestros miembros, que contamina todo el cuerpo, y encendida por el mismo infierno, hace arder todo el ciclo de la vida humana.
3:7 Animales salvajes y pájaros, reptiles y peces de toda clase, han sido y son dominados por el hombre.
3:8 Por el contrario, nadie puede dominar la lengua, que es un flagelo siempre activo y lleno de veneno mortal.
3:9 Con ella bendecimos al Señor, nuestro Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. 
3:10 De la misma boca salen la bendición y la maldición. Pero no debe ser así, hermanos.
3:11 ¿Acaso brota el agua dulce y la amarga de una misma fuente?
3:12 ¿Acaso, hermanos, una higuera puede producir aceitunas, o higos una vid? Tampoco el mar puede producir agua dulce.


CAPÍTULO 3 DE LA CARTA DE SANTIAGO

sábado, 21 de julio de 2012

Padre Nuestro...


No digas "Padre", si cada día no te portas como hijo.
No digas "nuestro", si solo piensas en ti y en tus cosas.
No digas "que estás en los cielos", si sólo piensas en cosas terrenas.
No digas "santificado sea tu nombre", si no lo honras.
No digas "venga a nosotros tu Reino", si lo confundes con el éxito material.
No digas "hágase tu voluntad", si no la aceptas cuando es dolorosa.
No digas "danos hoy nuestro pan de cada día", si no te ocupas por los pobres.
No digas "perdona nuestras ofensas", si guardas rencor a tu hermano.
No digas "no nos dejes caer en la tentación", si tienes intención de seguir pecando.
No digas "líbranos del mal", si no tomas partido contra el mal.
No digas "amén", si no has tomado en serio las palabras de esta oración.

miércoles, 18 de julio de 2012

El amor difícil...


Hay quien conoce la alegría del perdón, y también quienes conocen la alegría, poco sana, de la venganza. Rezar es también saber perdonar... Injusticias, ofensas recibidas, traiciones... Perdonar es vivir el amor más difícil, que es el amor que produce los méritos. Es fácil amar a quien os ama, es fácil amar a nuestros seres queridos.
Sin embargo, si sólo los amáis a ellos, no vivís el amor, sino el egoísmo.
Y, sin embargo, os pido el amor difícil, el que os produce méritos, como el que yo viví en la cruz.
El perdonar es como el sufrimiento: una oración sublime. Unido al Padre, me gusta  escuchar vuestras oraciones, las más sublimes: el dolor aceptado, el saber perdonar, el no tener rencor, el no ser envidioso... Oraciones con sentimiento: coloquios silenciosos entre vuestra alma y mi escucha. Presento a mi Padre vuestros buenos sentimientos: “¡Padre, escúchalos!” Para llegar al Padre pasáis por mí, que fui hombre y he vivido el sufrimiento humano. En la cruz con mi sufrimiento he rezado por la humanidad entera. Y he cargado sobre mí todos los sufrimientos, también las lágrimas escondidas. ¡Perdonad! Perdonad cuando recibís un desaire, una injuria, una traición. Vosotros no sabéis por qué os han hecho mal los que os lo hacen. Tratad de comprenderlo para compadecerlos. Y además, ¿estáis ciertos de no ser responsable de lo que padecéis? ¡Rezar es también custodiar el alma ante mí! Os miráis dentro mientras abrís el alma ante mí. Y yo os miro dentro y en mí encontráis la paz, la fuerza, la confianza, porque sabéis que yo sé perdonar. La oración, en sus varias formas, es siempre abrir el alma ante mí, ante mi Madre, y también el coloquio silencioso, íntimo con los que amáis y os han precedido en el reino. Con ellos vivís los recuerdos en la espera de vivir otras horas maravillosas de vida en la verdad. 


viernes, 13 de julio de 2012

No vine a la tierra a prometer las cosas fáciles...


Mis criaturas!
¡Atesorad vuestras riquezas en el Cielo! ¡Estáis en la tierra para pasar un lapso de tiempo que os sirve de prueba!
En la tierra sois cuerpo y alma y Yo, Jesús, cuido de vuestro cuerpo, he ahí la Providencia, y os dejo libres en el alma: la única cosa vuestra, puesto que todo lo demás lo tenéis en préstamo para la prueba. Os enseño, os he enseñado desde aquel tiempo en que vine a la tierra, a salvar vuestras almas, soplo de vida infundido por el Gran Pensamiento, que os prueba para la Vida y estará siempre viva; por eso, criaturas Mías, vosotros sois vuestra alma y Yo, vuestro Rabí, os enseño a llevarla salva al Reino Celestial.
Acumulad allá vuestras riquezas, son vuestras buenas obras, cada buen sentimiento, cada lágrima aceptada, cada llaga del cuerpo y del alma.
Vuestras riquezas que en la tierra no reconocéis como riqueza, sino las llamáis "dolor”.
¡Vuestras riquezas son lo que dais, lo que daréis, lo que habréis dado!

¡Confiad en Mí para vivir en la tierra, trabajad por vuestro espíritu para vivir en la eternidad!
¡Os conozco débiles y frágiles, os conozco ardientes y amorosos, os conozco santos y traidores!
Y una vez más os digo en verdad: ¡conoceos a vosotros mismos y sed mejores si, al conoceros, veis en vosotros lo que no está bien!
Entonces, a cada uno de vosotros nombro y miro en el alma: ¡tú, crece con la fuerza de lo alto para llegar hasta Mí y no dar importancia a las cosas vanas!

¡Tú, no seas ambicioso más que de Mi amor, si fuere merecido, no te preocupes por lo que querrías ser, sé tú: una criatura, un alma!
Que para ti sea importante Mi juicio, no el de los hombres que te juzgan por tu poder.
Serás poderoso si salvas tu alma, ¿lo demás? Es cosa vana y pasajera.
¡Tú no juzgues a tus hermanos, sino ámalos! ¿Quién eres tú que juzgas? Una criatura como las demás, aun si posees dotes intelectuales que tú y los demás consideran importantes... pero el amor por Mí ¿dónde está? ¿Dónde está el amor por los hermanos? ¡No lo veo en tu alma! Haz que pronto lo encuentre en ti, y te será perdonado mucho si me amares y amares con intensidad para remediar tus pecados.

Tú, no te creas perfecto, nadie lo es, amo en ti tantas cosas de tu espíritu, pero... sé más humilde, no te creas mejor que muchos otros, eres mejor que aquel que ha vivido con más pruebas, tú que no conoces el dolor: ¡Aguarda el dolor para juzgar tu aceptación!

El dolor es una riqueza que es otorgada a todos, en el tiempo, para prueba y por amor.
No vine a la tierra a prometer las cosas fáciles, vine a enseñaros el difícil camino de la salvación, ya que el pecado lo había contaminado todo.
Quien me ama vence al pecado y vence a la muerte, puesto que la muerte es vida en aquel mundo para el cual habéis sido creados.

Os miro en el alma y lo hago por amor, a fin de que sintáis esta mirada mía en vosotros y os haga mejores. Me manifiesto en vosotros y os hago mejores si Me sabéis escuchar y... nuevamente os repito: atesorad vuestras riquezas en el Cielo...

jueves, 12 de julio de 2012

Entrad por la entrada estrecha...


«No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. «Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran.

Del santo Evangelio según san Mateo 7, 6.12-14

Del pensamiento de la muerte... Tomas de Kempis


Muy presto te ocupará este negocio, por eso debes mirar cómo vives. Hoy es el hombre, y mañana no parece. En quitándolo de la vista, se borra presto también de la memoria. ¡Oh torpeza y dureza del corazón humano, que solamente piensa en lo presente, sin cuidarse de lo venidero! Así deberías conducirte en toda acción y pensamiento, como si luego hubiese de morir. Si tuviese buena conciencia, no temerías mucho la muerte. Mejor fuera evitar los pecados que huir de la muerte. Si hoy no estás preparado, ¿cómo lo estarás mañana? El día de mañana es incierto, ¿y sabes tú si amanecerás a otro día?
¿Qué aprovecha vivir mucho, cuando tan poco nos enmendamos? La larga vida no siempre corrige, antes muchas veces añade pecados. ¡Ojalá hubiésemos vivido siquiera un día bien en este mundo! Muchos cuentan los años de su conversión; pero muchas veces es poco el fruto de la enmienda. Si es temible el morir, acaso sea más peligroso el vivir mucho. Bienaventurado el que tiene siempre presente la hora de la muerte, y se prepara cada día a morir. Si viste morir a alguno, piensa que por aquel camino has de pasar.
En la mañana piensa que no llegarás a la noche, y cuando llegue ésta no te prometas la mañana. Por eso está siempre dispuesto, y vive de tal manera que nunca te halle la muerte desapercibido. Muchos mueren de repente, porque en la hora que no se piensa vendrá el Hijo del Hombre. Cuando viniere aquella hora postrera, muy de otra suerte comenzarás a sentir de toda tu vida pasada, y te dolerás mucho por haber sido tan negligente y perezoso.
¡Cuán feliz y prudente es el que vive de tal modo, cual desea le halle Dios en la hora de la muerte! Porque el absoluto desprecio del mundo, el ardiente deseo de aprovechar en las virtudes, el amor a la disciplina, el trabajo de la penitencia, la prontitud de la obediencia, el renunciarse a sí mismo, la paciencia en toda adversidad por amor de nuestro Señor Jesucristo, gran confianza le darán de morir felizmente. Mucho bueno podrás obrar cuando estás sano, mas cuando enfermo no sé qué podrás. Pocos se enmiendan con la enfermedad; y los que hacen muchas romerías, pocas veces son santificados.
No confíes en amigo y allegados, ni dilates en asegurar tu salvación para lo porvenir, porque más presto de lo que piensas estarás olvidado de los hombres. Mejor es ahora con tiempo prevenir algunas buenas obras que envíes adelante, que esperar en el auxilio de otros. Si no eres solícito para ti ahora, ¿quién cuidará de ti después? Ahora es el tiempo precioso, ahora son los días de salud, ahora es el tiempo agradable, pero ¡oh dolor! que los gasta sin aprovecharte, pudiendo en él ganar la vida eterna. Vendrá tiempo en que desearás un día, o una hora para enmendarte, y no sé si te será concedida.
¡Oh carísimo hermano, de cuántos peligros te podría librar, y de cuán grave espanto salir, si siempre estuviese temeroso y receloso de la muerte! Trata ahora de vivir de modo, que en la hora de la muerte puedas antes alegrarte que temer. Aprende ahora a morir al mundo, para que después comiences a vivir con Cristo. Aprende ahora a despreciar todas las cosas, para que entonces puedas ir libremente a él. Castiga ahora con paciencia tu cuerpo, para que entonces puedas tener segura confianza.
¡Oh loco! ¿Por qué pensar vivir mucho, no teniendo un día seguro? ¡Cuántos han sido engañados y apartados del cuerpo cuando no lo pensaban! ¡Cuántas veces oíste contar que uno murió a puñaladas, otro se ahogó, otro cayó de alto y se rompió la cabeza, otro comiendo se quedó yerto, a otro jugando le llegó su fin; uno murió con fuego, otro con hierro, otro de peste, otro a mano de ladrones! pues la muerte es el fin de todos, y la vida de los hombres se pasa súbitamente como sombra.
¿Quién se acordará de ti, y quién rogará por ti después de muerto? Ahora, hermano, haz lo que pudieres, que no sabes cuándo morirás, ni lo que será de ti después de la muerte. Ahora que tienes tiempo, atesora riquezas inmortales, no pienses sino en tu salvación, y cuida solamente de las cosas de Dios. Hazte amigos de entre los Santos, honrándolos e imitando sus obras, para que cuando salieres de esta vida, te reciban en las moradas eternas.
Trátate como huésped y peregrino sobre la tierra, a quien no le va nada en los negocios del mundo. Guarda tu corazón libre y elevado a Dios, porque aquí no tienes ciudad permanente. Dirige allí diariamente tus oraciones, tus gemidos y tus lágrimas, porque merezca tu espíritu, después de la muerte, pasar dichosamente al Señor.

viernes, 6 de julio de 2012

Comprender el dolor significa tener una fe segura...


¡Mis criaturas!
¡Yo he venido para el espíritu! ¡Y vosotros vivid para el espíritu!
Vivir para el espíritu quiere decir: vivir en el mundo para conseguir la vida en Mi Reino.
Y viviendo para el espíritu haréis que también los hermanos vivan para el espíritu: aquellos que os envío, puesto que encontraréis aquellos que os mando puesto que os buscarán, aquellos por los cuales Yo, Jesús, en verdad os digo: os utilizaré como Mis instrumentos!

Mis manos sois vosotros, sois vosotros Mis pies, Mi voz, sois vosotros si obráis en Mi nombre.
¡Y entonces no temáis! Obrad para los espíritus y haced también obras materiales mediante la caridad, ya que la caridad es dar lo que se ha recibido, tanto para el espíritu cuanto para la materia,
Vosotros sois Mis manos, Mis pies, Mi voz, si me sabéis sentir en vuestro espíritu.

Yo he venido para hablar a los espíritus. Y he venido para redimirlos. He dejado en la tierra una herencia de amor para vosotros, Mis manos, Mis pies, Mi voz!
Y vosotros debéis dejar para otros: los hermanos, esta herencia de amor: esta es la Redención que continúa en el tiempo a fin de que superado el tiempo, toda criatura Mía pueda vivir en la luz eterna.
¿Qué es, por lo tanto, esta luz para vosotros?

¿Cómo creéis que es Mi luz?
Para conocer Mi luz es necesario haber superado el tiempo, sin embargo, os doy un rayo de esta Mi luz, a todos si lo quieren aceptar: este rayo es la fe que os vuelve fuertes, este rayo es Mi amor, que inunda vuestras almas...

¡Criaturas Mías, cuando hayáis superado el tiempo y ganado la verdadera vida, Mi luz no será ya más un solo rayo sino un haz infinito de rayos: la gloria que estalla en el espíritu purificado y santificado!
Y entonces, vale toda pena, vale toda lágrima, vale todo dolor, el más grande, vale toda renuncia, toda carga, todo sacrificio!
Entonces, en Mis rayos, cuando hayáis conocido el valor verdadero del dolor bajo toda forma, entonces me daréis gracias de todo vuestro padecimiento: esas cargas, esas mordeduras en el alma, esa desolación que no existe en el Reino Mío y vuestro, puesto que allá está la alegría plena: Mi luz.
He aquí, Mis criaturas, cómo os demuestro el valor del dolor, he aquí por qué he llamado felices a quienes lloran. ¡Ellos: los elegidos!

Comprender el dolor significa comprender la Verdad, significa comprender Mi Pensamiento, que no es vuestro pensamiento, significa comprender vuestro verdadero bien, que vosotros en la tierra muchas veces no podéis conocer, pero si confiáis en Mi comprenderéis y me diréis con el corazón y con el alma: Hágase tu voluntad, porque Tú sabes y yo no sé, Tú conoces y yo ignoro.
Comprender el valor del dolor significa mantener el alma en alto, junto a Mí.

Significa vivir en el mundo y estar ya un poco en el Cielo. Comprender el dolor quiere decir tener una fe segura.
Esto es lo que Yo, Jesús, deseo de vosotros.