Tenía hambre, me la habéis quitado...
tenía sed y me habéis dado de beber...
Lo que dais a los hermanos, dádmelo a mí.
El amor en vosotros por mí no puede ser abstracto y os pido este amor para los
demás.
Lo que les dais a ellos, dádmelo a mí y
lo que ellos os dan, me lo dan a mí.
La caridad es sacrificio, pero también
alegría espiritual. Si vuestro corazón es puro, dádmelo en pureza, con ímpetu,
en generosidad.
Caridad en el espíritu y para la materia;
palabras, paciencia, pan y siempre amor.
El amor entre vosotros, que yo lo tomo
para llevarlo conmigo al infinito y así prepararos vuestro nuevo y eterno
mundo. La caridad: los ladrillos de la futura casa.
Dije que cuando dos o más criaturas
hablan de mí, yo estoy en medio de ellos. Quise decir que, hablando de mí, se
hace oración y yo estoy allí donde se me invoca y no solamente si hay dos o más
criaturas, sino también cuando estáis solos y pensáis en mí. Rezad y yo estaré
presente en vosotros y con vosotros.
Una sola cosa con quienes me llaman. No
siempre atiendo vuestros deseos; yo sé y conozco el tiempo y lo de más allá del
tiempo. Y todo lo que os pesa, os angustia, os oprime es siempre un bien para
más allá del tiempo; por eso, muchos de vuestros deseos no son atendidos por
mí, pero, en el cielo, junto ladrillos para construiros la casa. La oración no
es palabras al viento, ni sentimiento y ahora será escuchada. Numerosos
ladrillos en el cielo y quizás pocos ladrillos en la tierra, días serenos para
ayudaros a llevar vuestros pesos.
¿Y los deseos que no quiero atender? Rayos
de sol, luces que alumbran la oscuridad de la nostalgia.
Lo que hacéis a los pequeños, lo que les
dais, dádmelo a mí. Yo cojo vuestros ladrillos para la casa que no se caerá
jamás, donde viviréis la verdadera vida en el amor y en la dulcísima unión con
quienes amáis, con quienes soñáis ahora, con quienes os espera.
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