“Maestro, ¿cómo se vive la fe?”
“Juan, la fe se vive si uno es consecuente con todas
las leyes del amor.” A vosotros os digo lo que dije entonces a Juan: la fe se
vive amando al prójimo en mi nombre. La fe se vive practicando todas las
virtudes, la fe se vive haciéndose fuertes en la caridad propia, fiándose de mí
con confianza. La fe se vive en silencio, sin darse importancia, sin
ostentaciones y sin sentirse superiores a aquellos que no tienen fe. Se vive en
familia, en el matrimonio, en la maternidad, en la paciencia y en la serenidad.
En la pobreza en espírit u y en la
pureza de corazón. Se vive en la generosidad y en la lealtad.
Y asimismo en el sacrificio, pero con mucha esperanza
y con mucho desapego de las cosas de la tierra. Se puede vivir en pobreza y se
puede vivir en riqueza, pero cuando uno está satisfecho con la pobreza y es
generoso con la riqueza. Se puede vivir con una sonrisa, con una gran renuncia,
pero siempre con alegría, porque la fe hace cantar al alma. Y vosotros ¿cómo
vivís la que llamáis fe? No basta ir a mis templos, cubrir la cabeza con ceniza,
si uno no sabe perdonar. La fe es comprender, compartir, no juzgar, y orar.
Orar en el silencio de la propia alma; orar con
palabras, con sentimiento y obras de caridad. La fe es caridad. Sin caridad no
hay fe, porque sin caridad no hay amor. Y vosotros ¿cómo vivís el amor? ¿Para
con todos o sólo para con los que os rodean? Si dais vuestro amor al que os
ama, pero no sabéis al mismo tiempo perdonar ¿cómo podéis vivir vuestra fe?
“Maestro, ¿es difícil vivir la fe…?”
“Es difícil y arduo, pero fantástico. Es vivir en
gracia, escucharme en el alma, llevarme a los corazones. Es difícil, pero
también muy hermoso, porque sólo así el alma puede cantar.”