¡Mis criaturas!
¡Vuestra riqueza es el alma, pura, purificada, santificada!
De esa riqueza debéis ocuparos, no ya de la de la tierra, si bien es justo que
todos lleguen a tener con su trabajo honesto, lo que rente a la vida terrena ese
tanto a fin de que sea más sereno. Criaturas que estáis pasando por la tierra:
quiero de todos algo que os sirva después para venir a Mí en mi Reino así del
rico que posee mucho deseo que dé mucho y que no acumule para él sino lo preciso.
Del pobre quiero
reconocimiento por aquello que recibe y confianza en Mí: el Padre de los Cielos
viste a los lirios del campo... Deseo que todos vosotros viváis en la realidad,
tomando a las cosas que pasan como lo que son: cosas que pasan; y dando
importancia a lo que es para siempre, la única realidad que os lleva a la
verdadera vida: vuestra alma.
Hay demasiada
codicia en el mundo, y por dinero se traicionan entre hermanos, el odio es para
aquellos que tienen mucho, y el amor queda olvidado frente al dinero: ese
patrón malvado que primero atrae y después esclaviza
"Rabboni, vivía contando mi dinero... No pensaba en otra cosa, estaba como
encerrado en un cuarto oscuro. Rabí, ahora veo Tu rostro, me siento libre,
ahora conozco la belleza de esta noche estrellada... ¡y no me importa nada más
que obrar para Ti, y soy feliz!"
"Leví, has
comprendido una realidad que muchos que vendrán en el tiempo no sabrán
comprender."
En aquel tiempo un día
estaba en el jardín de Lázaro y, hablando de la riqueza con mi querido amigo,
le dije: "Lázaro, tú sabes hacer buen uso de lo que posees, tanto con los
que trabajan para ti como con los que reciben tu ayuda...
Lázaro era generoso
y hospitalario, se ocupaba más del espíritu que de la materia. Si muchos ricos
fueran como Lázaro habría menos pobres. La riqueza es muy codiciada en el mundo...
Por la riqueza muchos se venden, otros traicionan, otros roban, y llegan hasta
a matarse unos a otros por esta avidez de dinero.
Yo os dejé un
mandamiento basado en el amor reciproco: "Amaos unos a otros". Y
ahora para vosotros agrego: ¡amaos mirándoos el alma! Amaos por lo que sois, no
por lo que tenéis. Que jamás haya envidia entre vosotros por las cosas que
pasan, sino amor limpio, el más límpido de los sentimientos. ¡Amaos y amadme!
Yo, vuestro Rabí, me preocupo por vosotros, y el Padre de los Cielos que viste
de seda a los lirios, se ocupa de vosotros. ¿Y vosotros? Pensad en Nosotros,
pensad en el Cielo que os aguarda. Y vivid cuidando vuestro único tesoro: el alma.
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