TEMPESTAD DE LA IMPUREZA :
MARÍA MAGDALENA.-
Fue una gran pecadora pública, su vida respiraba solo impurezas, se dice que
ella tenía dentro siete demonios.
Pero supo acudir a
Nuestro Señor, echarse a sus pies, llorar sus pecados y pedir
misericordia. Se alejó del mundo y se fue a vivir a una cueva por 30 años
y allí hizo penitencia durante todo el resto de su vida. Llegará a ser una
gran santa, amará como pocas personas a Nuestro Señor y se convertirá en
patrona de todos los penitentes.
.
Y ahora existen
múltiples templos en todo el mundo dedicados a esta gran santa.
AGUSTÍN.- Fue
también un gran pecador, su juventud estaba llena de impurezas que hasta llegó
a tener un hijo con alguna mujer y le costó mucho trabajo dejar este vicio,
pasaron muchos años antes de poder vencerlo:
"Deseaba y
ansiaba la liberación, sin embargo seguía atado al suelo, no por cadenas
exteriores, sino por los hierros de mi propia voluntad. El Enemigo se había
posesionado de mi voluntad … de la perversión de la voluntad había nacido
la lujuria y de la lujuria, la costumbre y la costumbre a la que yo no había
resistido, había creado en mí una especie de necesidad cuyos eslabones, unidos
unos a otros, me mantenían en cruel esclavitud”.
Y le decía a Dios
que pronto iba a salir de su vicio: “Lo haré pronto, poco a poco; dame más
tiempo. Pero ese 'pronto' no llegaba nunca, las dilaciones se prolongaban, y el
'poco tiempo' se convertía en mucho tiempo".
En sus precedentes
intentos de conversión, Agustín había pedido a Dios la gracia de la
continencia, pero con cierto temor de que se la concediese demasiado pronto:
"En la aurora de mi juventud, te había yo pedido la castidad, pero sólo a
medias, porque soy un miserable. Te decía yo, pues: 'Concédeme la gracia de la
castidad, pero todavía no' porque tenía yo miedo de que me escuchases demasiado
pronto y me librases de esa enfermedad y lo que yo quería era que mi lujuria se
viese satisfecha y no extinguida". Pero Agustín no dejó de acudir a
Nuestro Señor y con la gracia de Dios, logrará vencer sus miserias y llegó a
ser un gran santo, y además Doctor de la Iglesia , uno de los cuatro más importantes de la
iglesia latina.
TEMPESTAD DE LA IRA
FRANCISCO era una
persona muy irascible, por cualquier cosa se irritaba sobremanera. En pocas
palabras eran un “león iracundo”, pero acudió a Dios y luchará contra su
carácter. Después llegará a ser el gran SAN FRANCISCO DE SALES, modelo de
mansedumbre y también doctor de la
Iglesia.
El santo Cura de
Ars también tenía un carácter fuerte, pero lo supo dominar. Una vez, tuvo en su
parroquia un compañero sacerdote que era insoportable, tanto que una vez el
santo se enfermó por aguantarse una fuerte ira por algo que hizo su mal
compañero.
TEMPESTAD DE LA AMBICIÓN
Los apóstoles
llegaron a discutir entre sí, querían saber quién sería el mejor. Nuestro Señor
los regañará: “Quien quiera ser el mejor, que se convierta en el servidor de
los demás”. Y así lo hicieron, pues todos adquirirán una gran humildad y
consumirán toda su vida por cuidar a sus ovejas.
También Cristóbal
tenía mucha ambición. Como era muy fuerte, él quería servir al que fuera más
poderoso. Así comenzó por servir al gobernador de su ciudad, pero después se
dio cuenta de que el rey era más poderoso y sirvió al rey. Cuando se dio cuenta
que el rey temía al diablo, se propuso servir a Satanás; y cuando, finalmente,
se dio cuenta de que el diablo temía a la Cruz , servirá a Nuestro Señor para siempre. Así,
lo que comenzó con una ambición desordenada, terminó en ayudarle para llegar a
ser un gran santo, y llegó a ser el gran San Cristóbal, patrono de los
transportistas y viajeros.
TEMPESTAD DE LA INCREDULIDAD
Santo Tomás era
duro de cabeza, no quería creer en la Resurrección de Nuestro Señor, pero después
adquirirá una gran fe y confianza en Él, que hará grandes milagros y dará su
vida por Nuestro Señor. Lo atravesaron con una lanza mientras estaba de
rodillas rezando.
TEMPESTAD DEL MIEDO
San Pedro tenía
miedo de confesar a Nuestro Señor delante de una simple criada, pero después lo
confesará delante de 4,000 y hasta 5,000 judíos, y les recriminará en su cara
el pecado de deicidio.
Hubo también
muchos hombres y mujeres que por miedo a la muerte renegaron de Nuestro Señor y
ofrecieron incienso a los ídolos, pero después se arrepintieron y llegaron a
ser mártires.
TEMPESTAD DE LA VANAGLORIA
El sacerdote Juan
iba de camino a un pueblo a predicar un sermón. Tuvo tales pensamientos de
vanagloria en querer agradar a la gente que Dios hizo que se cayera del
caballo. Después adquirirá una gran humildad y será un gran santo, el gran SAN
JUAN BOSCO.
TEMPESTAD DE LAS
MUCHAS PREOCUPACIONES
Muchas mujeres se
afanan por tantas cosas: la comida, la limpieza, la ropa, planchar, lavar.
MARTA era igual pero supo acudir a Nuestro Señor y aprendió a trabajar sin
perder lo más importante: el agradar y contemplar a Nuestro Señor. Llegará a
ser una gran santa, SANTA MARTA, muy venerada por muchos.
TEMPESTAD DE LOS
DEFECTOS
VERÓNICA era
terriblemente inquieta, quería siempre imponer sus caprichos a los demás. Era
iracunda. Una vez arremetió a patadas las costuras de otras muchachas porque no
quisieron acompañarla a rezar el Santo Rosario. Una vez Nuestro Señor le dijo:
“Verónica, tu corazón no es de carne, sino de acero”. Pero Verónica acudirá a
Dios, luchará contra su carácter y llegará a ser una gran santa, amante de
Nuestro Señor, de sus santas Llagas; será estigmatizada y entrará a la vida
religiosa. Llegará a ser la gran SANTA VERÓNICA DE JULIANIS.
José, joven
sacerdote, también tenía defectos. Una vez, le dolía mucho una muela; se quejó
de ello, y porque su hermana le dijo que era un quejumbroso, él no se aguantó y
le dio una bofetada. Mucho luchará contra sus defectos y llegará a ser un gran
santo: SAN PÍO X.
ANDRÉS era un niño
terrible, rebelde y molestón. Tanto que sólo lo soportaba su propia mamá.
Cuando creció, fue un estudiante problemático y promotor de desórdenes. Lo
encerraban para castigarlo y se escapaba; más tarde será muy mundano, le
gustarán los bailes y las fiestas. Pero también supo acudir a Nuestro Señor y
con la gracia de Dios y fuerza de voluntad, llegó a enmendarse. Se convertirá
en sacerdote, párroco, fundará una comunidad de religiosas y llegará a ser un
gran santo: SAN ANDRÉS DE FOURNET.
TEMPESTAD DE LOS
ESCRÚPULOS
Un joven religioso
era muy escrupuloso, veía pecado donde no había, y esto hizo que comenzara a
dejar la santa Comunión. Acudirá a Nuestro Señor y luchará con fuerza y llegará
a ser un gran Santo: SAN BUENAVENTURA, escritor eclesiástico, Cardenal y Doctor
seráfico de la Santa
Iglesia.
TEMPESTAD DEL RENCOR
Juana no podía
perdonar al asesino de su marido. Tanto luchó y se encomendó a Dios que al
final lo logró y lo perdonó; hasta le pidió al asesino que fuera el padrino de
uno de sus hijos. Cuando esto lo supo San Francisco de Sales, su director
espiritual, se estremeció de emoción. Llegará a ser una gran santa: SANTA JUANA
FREMIOT DE CHANTAL
TEMPESTAD DEL ODIO
Juan tenía gran
odio contra el asesino de su hermano. Una vez, un viernes santo, cuando iba
armado y a caballo con otros amigos, se encontraron al asesino sólo y
desarmado. Juan estaba ya dispuesto a matarlo cuando el asesino se puso de
rodillas y le suplicó -con los brazos en cruz- que lo perdonara por amor a
Nuestro Señor que murió un día de viernes santo; Juan bajó del caballo y lo
perdonó. Poco después entrará a una iglesia a rezar y allí oirá que Nuestro
Señor le dice: “Gracias, Juan”. Llegará a ser un gran santo, el gran SAN JUAN
GUALBERTO, fundador de monasterios benedictinos.
TEMPESTAD DEL AMOR A
LOS VICIOS DEL JUEGO DE AZAR
Camilo era un
vicioso, le gustaban los juegos de azar, todo lo apostaba, incluso sus
vestidos. En 1574 apostó en las calles de Nápoles sus ahorros, sus armas, todo
lo que poseía y perdió hasta la camisa que llevaba puesta. Pero acudió a
Nuestro Señor y llegó a ser el gran San Camilo de Lelis, Patrono de los
hospitales y enfermeros.
TEMPESTAD DE LA MUNDANIDAD
Jerónimo era un
mundano. Le gustaba jugar, divertirse. Un día, cansado de esa vida mundana,
acudirá a Nuestro Señor y llegará a ser el gran San Jerónimo Emiliano, el gran
Patrono de los niños huérfanos.
CONCLUSIÓN
¡Qué consolador
conocer estas cosas! Nosotros quizás también somos orgullosos, perezosos,
vanidosos, rencorosos, mal geniudos y estamos llenos de defectos. ¡Pero no
desesperemos! ¡Tenemos remedio!
Si los santos
pudieron salir adelante, ¿por qué nosotros no? Este fue el pensamiento que
movió a San Agustín a convertirse: “Si ellos pudieron, ¿por qué yo no?”
Acudamos a Nuestro
Señor, despertémoslo con nuestras oraciones, con nuestras lágrimas, con
nuestros gemidos. Él seguramente se levantará, imperará a los vientos de
nuestras miserias y pecados, y pronto habrá gran bonanza. De esta manera
podremos llegar a puerto seguro y no sólo al puerto de la salvación, sino al
puerto de la santidad. ¡Todo es cuestión de decidirse en serio! ¡Atrévete!
Fuente: www.catolicidad.com