¿Por qué os he hablado de aquel reino,
nombrándolo solamente sin describirlo jamás? Porque, humanidad del pasado, no
podíais comprenderlo; os bastaba creer; erais más puros y... menos exigentes.
Es ahora cuando os he mandado un ángel que os describa el paraíso, porque ahora
es el tiempo en el que el paraíso parece una fábula....
Pero, al contrario, es una realidad, os envuelve, pero no la podéis imaginar;
os espera, pero no podéis conocerla antes de vivirla. Os doy también palabras
de verdad y de esperanza y vosotros, que conocéis el dolor más grande, la
pérdida de quien amáis, sabed que estas verdades son para ayudaros, para
deciros en verdad que no existe la muerte.
La muerte está estacionada en el corazón
del que no cree ni espera... ¡Que en vuestros corazones hay vida! La vida que
os aguarda con los que os esperan en el
reino de los cielos. Y vuestros ojos se posarán sobre sus rostros amados... Y con sus ojos os mirarán, como os
miraban. El amor no muere, porque es vida. Es vida en vuestros corazones.
Preciosa vida que lleváis en vosotros mismos, pues vivirá en vosotros para que
podáis darla a quien amáis, porque sólo el amor es un don recíproco.
En mi tiempo hablé de esto en secreto a
Johanan, a Andrés y a mi Madre. Ellos estaban hechos para comprender lo que
otros no entendían. Y así os pasa a vosotros.
El que no conoce el dolor no puede en
verdad conocer el amor.
El amor verdadero y profundo que supera
el espacio y el tiempo.
– “¿Cómo es aquel reino de donde tú
vienes, Takini?”
– “Immi, es maravilloso y tú serás la
reina en aquel reino...”
Mi Madre sonreía...
Aunque fuese única y santa, era una criatura y conoció el
paraíso cuando entró para ser Reina. Yo quiero confortaros porque conozco vuestras
penas. Sé que os subliman, pero os pesan... Ponedlas ante mí y aligeradlas con
la esperanza. ¡La certeza!
Si sólo tenéis esperanza, viviréis con
alguna duda; mas la certeza os hará vivir ya en la tierra horas celestiales,
aunque en el dolor, porque es la certidumbre a proyectaros con el alma allí
donde estaréis.
Para vuestros seres queridos, libres del
tiempo, estáis allí, porque su paraíso no podría ser tal si no pudiesen veros y
si experimentasen la angustia nostálgica que, en cambio, vosotros probáis por
ellos.
Sin embargo, con la certeza ¡miradlos!
Volved atrás en el tiempo y vivid los recuerdos, sabiendo que todo vuelve. ¡Escuchad
sus voces! Os hablan al alma. Entonces ha llegado la ley del amor, ahora os
traigo la ley de la certeza. El paraíso no es una fábula. Es una vida de sueño
real, de belleza infinita. Un mundo en el que los sentimientos son purísimos y
donde os compenetráis mutuamente el alma para poder vivir el amor recíproco,
del uno hacia el otro. Amor materno, filial, amor en sentido lato, el amor de
dos criaturas que en la tierra han estado casados y que han hecho de su unión
la finalidad de sus vidas.
¿Podrán jamás acabar estos amores?
El paraíso es el reino del amor.
Yo os pido amor al prójimo en mí; os pido
mucho, porque debéis amar a quien no os ama, pero os he dado mucho, habiéndoos
hecho encontrar a los que os han amado con toda su alma.
Y el ama es inmortal; el amor continúa y
el dolor pasa, y también la nostalgia.
Me manifiesto para daros la certeza de
una futura vida feliz. Y ¿para alcanzarla? El amor... Y vuestros ojos mirarán
todavía con amor a los que os sanaron para siempre con amor. El perfume de las
cosas en el jardín de Nazaret...
– “Immi, ¡en tu paraíso tendrás miles y
miles de rosas muy perfumadas!”
Y quizás ahora mi Madre os manda un poco
de ese perfume.
LA PALABRA CONTINUA...