¡Mis criaturas!
Cuando he dicho bienaventurados
los pobres de espíritu, he querido decir aquellos que tienen e1 espíritu
pobre, o sea humilde, y no procuran ni aman los bienes del mundo, puesto que al
ser ricos en espiritualidad han comprendido que lo que es del mundo pasa y los
verdaderos bienes espirituales permanecen eternamente. En verdad, en verdad, Yo
Jesús os digo: bienaventurados si estáis prontos a dejar cualquier cosa para seguirme: dejar cualquier cosa no quiere
decir dar todas las cosas.
Almas Mías, si Yo, Nosotros Trinidad os hemos colocado en un estado, ese
es vuestro estado en el que debéis estar, cada uno dé conforme a lo que ha
recibido, pero, dejar cualquier cosa significa no dar importancia a las cosas
del mundo, sino valorarlas como tales, elevando el espíritu y pasando por la
prueba en la Verdad, que es del espíritu.
Así Me seguiréis, conociéndome, amándome y viviendo en la tierra
verdaderamente proyectados con el pensamiento hacia vuestra auténtica Vida:
aquella futura, aquella para siempre.
Amad los bienes de la tierra por lo que valen y no más.
Amad todas las cosas en Mí y comprenderéis su justo valor porque no
seréis codiciosos ni egoístas.
Si Yo os he colocado en un estado es porque Yo os amo a todos por igual,
pero os pruebo en modo diverso. ¡También las hojas del árbol son distintas unas
de otras, y sin embargo son similares!
Quiero de vosotros el amor hacia los hermanos, no Me gusta en vosotros
la indiferencia y quiero de vosotros el amor por Mí, que es también el que
sentís en Mi por los hermanos.
¡Bienaventurados los pobres de espíritu; ellos serán los ricos en
gracia, ya que tendrán un premio por su amor para lo que es la Verdad, y
pasarán por la tierra dejando ejemplos de amor!
Bienaventurados aquellos que no tienen apego alguno a las cosas que
pasan y viven de esperanza por lo que tendrán.
Los bienes del alma valen ciertamente más que toda riqueza terrena.
Nuestra Providencia tiene cuidado de vosotros si vosotros supiereis tener plena confianza en nuestra Providencia.
Yo proveo siempre lo suficiente a los gorriones, ¿por qué no habría de
proveer a vosotros? Aquellos que, apegados a la materia, tienen ansias de tener
siempre más y más, no piensan ni en Mí ni en su espíritu.
Por sí solos se procuran esos bienes que parecen y no son verdaderos
bienes, ellos no saben de Nuestra Providencia ni saben que Yo en un día puedo
hacer lo que ellos hacen en una vida terrena.
No es la verdadera vida esa
terrena.
Y entonces, todavía otra vez en verdad os digo:
¡Bienaventurados los pobres de espíritu!
Para ellos es el Reino de los Cielos.