La oración, para muchos, no ha sido
todavía comprendida en su verdadera esencia; otros creen que es más eficaz la
duración de la oración que el sentimiento; otros creen que la oración consiste
en pedir.
Yo, en el Padre, conozco vuestros
deseos, vuestras inquietudes, vuestro fermento, vuestros dolores… Vuestros
dolores son dones que elevan el espírit u,
y que vosotros no podéis comprender. A pesar de todo, si queréis, si lo
conseguís, si podéis, alegraos por vuestros dolores. Si podéis. La oración que
prefiero de vosotros es el ofrecimiento de vuestras buenas obras, es el
sentimiento de amor hacia el prójimo en mí, es dar de sí mismos al mundo, es
pensar en Dios.
Es pensar en mí, Hijo de Dios; es pensar
en mi Mad re y en los ángeles, en los
santos, como intermediarios; es pensar en vuestros seres queridos, vivos en mí,
que son vuestros santos.
La oración debe ser sentida en el
corazón, intensa, aunque sea breve, porque si es larga y en voz alta es vacía.
Una parte de la oración “puede” ser más o menos sentida, otra parte; la
oración-amor “debe” ser sentida. Orad en silencio, en lo escondido. Y si
queréis servir de ejemplo, sedlo con las obras, porque si lo queréis ser sólo
con la oración, no vale, a menos que después viváis en consecuencia. La oración
es pensar en mí, amarme y dar gloria a nuestro Padre. Vosotros, que oráis por
largo tiempo ¿estáis seguros de estar en la verdad? ¿Creéis ser mejores que los
demás porque rezáis más tiempo que los otros? Vosotros, que rezáis en silencio
y humildad, y quizá sentís culpa porque creéis que oráis menos que los demás,
no sabéis qué aceptada es vuestra oración porque está hecha con humildad. El
que cree estar en la verdad, con frecuencia se equivoca por la excesiva
seguridad en sí mismo. El que teme no estar en la verdad, no se equivoca nunca,
porque la humildad lo defiende. Sabéis que lo que tenéis es un don nuestro, por
consiguiente, no os jactéis de cómo sois, sino de cómo seríais si reconocierais
vuestros dones, admit iendo que son
míos.
“Te agradezco, oh Dios, porque no soy
como los demás hombre, ladrones, injustos, adúlteros.”
¿Cómo podéis juzgar a los demás hombres?
No conocéis las circunstancias que lo han llevado a ser pecadores; y vosotros
¿qué habríais hecho en semejantes circunstancias? La humildad es la virtud de
los grandes, un don que debéis acrecentar, como todo don recibido.
“Maestro ¿por qué no debo enorgullecerme
de un acto de caridad hecho porque mi corazón es generoso?” – “Andrés, el
corazón te ha sido dado; nada es tuyo y no puedes ser orgulloso; debes sólo acrecentar
en ti la generosidad, que nunca es demasiada, que tan difícil es vivirla…” –
“¿Y la humildad?” – “La humildad es comprender que lo que eres te ha sido dado.
Tienes el deber y la libertad de usar bien de ella.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario