Seguramente el título de este relato les puede parecer un tanto ambiguo, pero es lo que verdaderamente siento. Si bien toda mi vida fui católico, antes de enfermarme vivía ajeno a la influencia de Dios. Me encontraba sumergido en las cosas cotidianas de la vida. Trabajaba mucho, veía poco a mi familia y trajinaba sin un rumbo marcado en lo que respecta a los asuntos espirituales. Estaba descuidando el Alma, que es un tesoro que todos tenemos y poco cuidamos.
Hoy en día mi vida dio un giro de 180 grados. Antes mis objetivos eran trabajar, prosperar, y ganar dinero para poder dar a mis hijos y a mi mujer una vida digna y sin privaciones. Lo que sucedía es que no percibía que producto de esos objetivos, me estaba perdiendo la infancia de mis hijos y el amor de mi mujer. El tumor me llevó a vivir el día a día y con prioridades diferentes. En la actualidad paso mucho tiempo con la familia y estoy cerca de Dios, alimentado de fe y esperanza. Dios me sostiene vivo y yo decidí devolverle lo que Él hizo por mí, tratando de ayudar a los demás.
Hace ya algún tiempo que intento llevar una pizca de esperanza a los corazones afligidos que encuentro en mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo, y algún que otro desconocido que por designio divino aparece en mi camino. Los encuentros no suceden por casualidad, como tampoco es casual que hoy, un día lluvioso en Buenos Aires, esté frente a la computadora tratando de colaborar con estas sencillas palabras, que están dirigidas a todos aquellos que Dios decida que deban leerlas.
Les contaba en el párrafo anterior que estaba tratando de llevar esperanza, y eso lo venía haciendo a través de distintos obsequios, el Libro
La Palabra continúa de Giuliana Crescio, y algunos cuadritos con extractos del mismo libro, que simplemente intentaban acercar consuelo y esperanza a las almas de los que por algún motivo experimentaban el dolor más intenso, que es el del corazón. Ese desconsuelo profundo que nos acerca a Dios, el mismo que me toco sufrir y por el que estaré eternamente agradecido. El dolor, fuente de sabiduría divina.
El texto que viene a continuación lo imprimía, lo llevaba a enmarcar y se lo daba a las personas que habían perdido a un ser querido, y en algunas circunstancias también les entregaba el Libro que escribió la mano de Giuliana, simple y pequeño instrumento del pensamiento de Jesús. El extracto de lo que yo llamaba cuadrito es el siguiente:
MENSAJE DE JESÚS
Ellos, aquellos que lloráis, os esperan, viven en Mí y sonríen porque han conseguido alcanzar la vida de la Verdad. Vosotros estáis tristes, estáis solos cuando los recordáis con atormentadora nostalgia o, más bien, creéis estar solos. Ellos están con vosotros. Entre Cielo y tierra no existe distancia, no existe sino la barrera de vuestra materia.Si supiereis elevar el espíritu, la fuerza se avivará en vosotros y viviréis ya un poco más serenos, cada vez más serenos: los sentiréis junto a vosotros.
Junto a vosotros me sentiréis a Mí, Yo nunca os abandono: sois Mis suspiros. Y son Mis suspiros vuestros seres más queridos, aquellos que lloráis y que os sonríen.La vida no está en la tierra, está en Mi luz, y ellos viven en Mí. Nada se pierde de 1o que constituye sentimiento. El sentimiento es del alma, y el alma vive siempre.
Y entonces, Mis criaturas, agradecedme por el dolor aun si no comprendéis este regalo Mío. Comprenderéis que Yo en verdad os digo que os doy también la fuerza para aceptarlo inclinando la cabeza. Esto quiero de vosotros para que estéis más serenos, y cuando volváis a ver los rostros radiantes de los que lloráis, olvidaréis vuestras lágrimas.
Todas las lágrimas que os serán devueltas en gloria, unidos para siempre a los que os tomé para darles una vida mejor: la verdadera vida, la vida en Mí.
¡Quien cree en Mí vivirá eternamente!
En las oscuras horas del dolor mirad más allá y seréis consolados.
Mirad el cielo y pensad en cuando lo alcanzaréis, cuando volveréis a ver a vuestros seres queridos, que parecen perdidos.
¡Parecen perdidos! Están vivos en Mí, vivos, invisibles, amorosos, presentes en vosotros. Os Sonríen y os aman con un amor perfecto; os esperan y os estrecharán al corazón.¡No se muere, se cambia el modo de vivir, y se cambia a mejor!
Hoy, por las circunstancias de la vida, esos pequeños regalitos no los puedo hacer en la magnitud que lo venía haciendo. También es por ello que estoy aquí sentado escribiendo, porque me invade la necesidad de transmitir fe y esperanza. Pido perdón por reiterar tanto estas palabras, pero en definitiva ese es mi único objetivo.
Acá no van a encontrar formulas mágicas para sanar el cuerpo. Pero si reflexionan sobre todo lo que viene a continuación, seguramente van a renovar lo más importante que poseen, el alma. Espero que así sea.
A todos los lectores les pido disculpas de antemano por mi pobreza literaria. Créanme que al menos me esfuerzo para que el mensaje llegue lo más claro posible.
El día menos pensado
Un domingo de septiembre de 2006, luego de llevar a dormir a Francesca, (mi pequeño amor junto con Juani), y una vez finalizado el programa de TV -Fútbol de Primera-, empachado de goles me acosté a dormir ya que el lunes tenía que ir a trabajar.
Lo que viene a continuación no es un relato que pretenda transmitir ni lástima ni compasión, porque aunque resulte confuso, este episodio que voy a contarles es el principio de mi conversión.
En medio de la madrugada abrí mis ojos y con un desconcierto total veo a mi querido viejo, Fernando y a otro de mis amores, mi mujer Alejandra, ambos con una cara de entre preocupación y desesperación que imponía miedo. En verdad no comprendía nada de lo que ocurría, estaba acostado en la cama boca arriba todo mojado (me había orinado), y con una Doctora a mi lado que incesantemente me hacía preguntas del estilo, como te llamás, cuantos años tenés, cuantos hijos y otras preguntas que no recuerdo.
Fue así como comenzó todo, había tenido una convulsión generalizada, según me enteré después. Les reitero, parece algo malo pero como verán a lo largo del libro, esta convulsión era un regalo del cielo, como lo fui descubriendo en el transcurso del tiempo.
Luego de las preguntas me sacan de mi casa en una silla de ruedas hacia una ambulancia que estaba en la puerta. Tenía muchas ganas de vomitar, me dolía el cuerpo de pies a cabeza, y permanecía con un desconcierto total. Llegamos a un Sanatorio de la zona oeste del conurbano bonaerense, me hicieron una tomografía computada, cuyo resultado aparentaba ser normal, me dieron una orden de derivación a neurología y me enviaron a mi casa.
Sin saber bien lo que había pasado llegué ya entrando la mañana y dormí muchísimo, tal es así que no sé con certeza cuando me desperté. A los pocos días fuimos a ver a una Neuróloga, la que supongo que por protocolo me hizo numerosas preguntas. Para este tipo de casos había que hacer una Resonancia Magnética a fin de determinar si existía alguna lesión en el cerebro. La Doctora hizo la orden para la resonancia y me medicó con carbamazepina, que es un anticonvulsivo.
Hasta ahí todo iba bien o mal según quien lo mire, yo estaba convencido que todo había sido producto del stress. En ese entonces tenía dos trabajos, una carrera profesional que pretendía mejorar día a día, muchos proyectos, estaba estudiando inglés con una profesora particular y con ganas de hacer un postgrado. Estaba en la vorágine de la vida buscando un progreso que seguramente me hubiese llevado al éxito profesional y al fracaso como ser humano. He ahí la eterna sabiduría de Dios, porque del otro lado tenía a mis pequeños hijos, Juani y Francesca, a mi mujer, a mis viejos, mi hermana, abuelos, tíos, sobrinos, suegros, y amigos, para los que el tiempo no me alcanzaba. Solamente compartía un poco de tiempo con mis hijos y mi mujer, el resto poco y nada.
Era todo un sacrificio que estaba dispuesto a hacer por el bienestar de mi familia, y siguiendo el ejemplo de mis abuelos y mi viejo. Había que trabajar y progresar. Tenía la omnipotencia de un pibe de 27, que era la edad que por entonces ostentaba. Creía que a mi nada me podía pasar. Obviamente me equivoque, y le estoy eternamente agradecido a Dios por la convulsión y todo lo que vino después.
A los pocos días me hicieron la famosa Resonancia, y el Doctor que hizo el informe respecto de las imágenes detalló que no se detectaba nada anormal. Para mi ese resultado era obvio.
Volvimos con la Neuróloga, leyó el informe y cuando levantó las placas hacia la luz nos dimos cuenta que el Doctor de la resonancia tenía serios problemas en la vista. Hasta yo que por ese entonces no sabía interpretar imágenes de una resonancia, veía lo que se asemejaba a una pelotita de ping pong en la zona parietal izquierda de mi cerebro. La Doctora me dijo que podía tratarse de una lesión, una malformación congénita y no recuerdo que más. Me derivó a un Neurocirujano.
A pesar de todo lo que les cuento, simultáneamente yo seguía con los dos trabajos y todo lo demás. Continuaba como si nada. El único problema era que el anticonvulsivo que tomaba me bajaba las revoluciones del cerebro y me daba somnolencia, y en más de una oportunidad cabeceaba sobre el volante de mi auto. Era obvio, puesto que dormía 4 o 5 horas por día, iba de un trabajo a otro sin descanso, mi alimentación era paupérrima y encima para cerrar el ciclo aparecía la carbamazepina.
En principio, fui a dos neurocirujanos en distintos Sanatorios y ambos coincidieron en tomar una muestra de la pelotita de ping pong, cosa que no me convencía para nada, porque se trataba de una pequeña perforación en el cráneo para llegar hasta el lugar preciso y tomar la muestra a fin de realizar los estudios patológicos. Sinceramente prefería que si se decidía invadir la zona se hiciera como la llaman los médicos una operación a cielo abierto, es decir una craneotomía y ver con exactitud lo que tenía. La cosa no estaba clara, al menos para mí.
Varias personas de mi entorno me habían hablado del Instituto Fleni como un lugar de excelencia en todos los aspectos neurológicos. Es así que en noviembre del mismo año fui a Fleni, y pude confirmar que tanto el personal como el lugar eran excelentes, pero todo continuaba difuso. Quería saber que era lo que tenía. El neurocirujano sospechaba que era un tumor y me derivó a la neurooncóloga. Una mujer de mucha experiencia si se trataba de un tumor en el cerebro.
Luego de ver las imágenes dijo “pareciera ser un oligodendroglioma”, y las opciones eran operación a cielo abierto para sacarlo, o controles mensuales o cada dos meses mediante resonancias, dado que mi estado de salud general era muy bueno y la enfermedad no me traía inconvenientes. Además el neurocirujano me había manifestado que la zona donde se ubicaba el tumor era un tanto complicada porque en la parte izquierda del cerebro se concentra la motricidad derecha del cuerpo y si no entendí mal también el lenguaje.
La decisión era sólo mía y resolví esperar. Me sentía bien y la pelotita de ping pong estaba estable. Pero bueno, si bien los médicos me habían explicado algo sobre los tumores, fui directo a Internet para ver quien era el afamado oligodendroglioma. Espero que no les pase nada de esto, pero no aconsejo que vayan a consultar a Internet. El oligodendroglioma era un tumor maligno. No quiero entrar en detalles pero leí de todo, hasta que empecé a buscar cual era la expectativa de vida de una persona con un tumor en la cabeza. De eso mejor ni hablar, mi cabeza funcionaba a mil, empecé a pensar si iba a conocer a la primera novia de Juani o si iba a bailar el vals de los 15 con Francesca.
Reitero no consulten Internet, no porque tenga mala información, sino porque uno interpreta cualquier cosa. Además la fecha de vencimiento (el día de nuestra partida) no la pone un tumor, sino Dios. La solución era la operación a cielo abierto, pero todo continuaba estable.
En definitiva ya había decidido esperar. Estaba tranquilo y sabía que a la larga me iban a operar, y al tumor seguramente lo sacarían todo, lo que solucionaba el problema.
Así llegamos a Marzo de 2007, luego de unas lindas vacaciones en unas termas de Entre Ríos, volvimos a la agitada vorágine de Buenos Aires. Un día estando trabajando, el brazo derecho dejó de funcionar por mas o menos un minuto, así como les cuento, no lo podía mover. Néstor, compañero de trabajo, me trasladó en su auto hasta el Sanatorio.
Habían comenzado las convulsiones parciales. Desde ese día hasta julio que finalmente me operaron, tenía 3 o 4 convulsiones parciales (brazo derecho) todos los santos días. Seguí trabajando como siempre, hasta el 10 de Julio, que fue cuando se realizó la intervención quirúrgica. Muchos de mis allegados me decían “Diego, pedile a Dios que Él te va a ayudar”. Yo estaba en mi mundo y creía que Dios no tenía nada que ver en este tema, y como hacía mucho que no rezaba ni lo visitaba, no quería ir en ese momento que lo necesitaba. Me sentía un hipócrita, no había hablado con Él durante tanto tiempo y ahora que precisaba ayuda me la tenía que aguantar solo. Pero bueno como verán mas adelante Dios estuvo siempre conmigo, solamente estaba esperando que yo me decidiera a invocarlo.
Un día antes de la operación había nevado en Buenos Aires, un espectáculo único del que sinceramente no pude disfrutar. Tenía que estar listo para la operación, así que asome sólo un poquito las narices. Miré la nieve desde las ventanas de mi casa y un poco por la televisión.
El 10 de Julio, bien tempranito mi papá me pasó a buscar y fuimos para el Sanatorio. Todavía se podía ver algún que otro muñequito de nieve por las calles. Los médicos, previamente, me habían consultado si quería operarme anestesiado de principio a fin, o despierto en partes de la operación. Esto último era más beneficioso ya que estando despierto mientras me operaban podían evaluar las funciones cerebrales y evitar o disminuir eventuales secuelas.
Acepte estar despierto, después de todo era una experiencia interesante y se podían evadir problemas que hubiesen perjudicado mi calidad de vida. Sin entrar en mayores detalles, la operación fue exitosa, pero lamentablemente a la famosa pelotita de ping pong no se la pudo sacar completa, una pequeña porción me la quedé para mí, como un recuerdo. Si la hubiesen sacado me habrían quedado secuelas, o sea sacaron todo lo que se pudo. Se priorizó la calidad de vida, y me pareció bien.
Unos días en terapia intensiva y de nuevo en casa. Las convulsiones en el brazo se habían ido. Faltaba el resultado final de la biopsia. El 18 de Julio me fui en colectivo al Fleni, ya que no me permitían conducir. Retire el sobre y cuando lo abrí, la vida se me vino abajo. El informe decía Oligodendroastrocitoma (Glioma mixto) Grado III. Debo confesar que hasta ese momento mantenía la esperanza intacta de que no fuera nada grave.
El nombre del tumor y el grado me destruyeron, fue como si me clavaran un puñal en el corazón. Salí del Fleni y mientras caminaba por Avenida del Libertador hacia la parada del colectivo de la Línea 28, lloraba desconsoladamente, pero no por mí sino más bien por mis hijos, mi mujer y toda mi familia. No quería que a mis pequeños les faltara su papá, ni que mi mujer quede viuda, ni que mis viejos sin su hijo. Después de todo tenía solamente 28 años, estaba pagando mi casa, trabajando de lo que me gustaba y tenía todo el desenfreno por triunfar en la vida y darle a mis chicos y a mi mujer todo lo que necesitaban.
Nunca quise que me vean triste ni llorando, por eso cuando llegue a casa puse la mejor sonrisa y le conté a mi mujer sobre el resultado y le aseguré que todo estaba bien y que enfrentaría esto con todas mis fuerzas. Ella ya sabía todo y mis padres también. Cuando me sacaron el tumor el 10 de julio se hizo una biopsia en el mismo quirófano y le comunicaron a mi mujer y a mi papá que el resultado no era lo que esperaban. Era mas grave de lo que se creía.
El milagro
MENSAJE DE JESÚS
Los milagros algunas veces son curaciones que no suceden por el portento milagroso del curado sino que siempre son para dar testimonios de Mí.
También estos milagros frecuentemente se presentan trastocados por hechos físicos, aun cuando sin explicación científica, porque tú ya sabes que la ciencia llega sólo hasta donde llega la mente humana de materia.
La ciencia es materia, el milagro es Mi voz.
Y esta Mi voz ha llegado milagrosamente hasta ti, para que puedas tener fuerza en tu dolor. Ni siquiera deberías probar el dolor, solamente esperar el gozo.
Los milagros siempre son para la vida que te espera, aunque parezcan para la tierra.
Por fuera me mostraba como Superman, mientras que en los más profundo de mi ser sentía una angustia indescriptible. Quería llorar pero miraba a los chicos y no me permití derramar una sola lágrima. El mismo 18 de Julio cenamos, es una manera de decir porque comí algún que otro bocado aparentando que la situación era normal.
Finalizó la cena y decidí salir al jardín de mi casa y sin que yo lo advirtiera alguien me estaba esperando. Me senté en un sillón de caña de esos que se mueven hacia delante y hacia atrás. Había tocado fondo, estaba triste, dolorido, abatido, y desesperado.
Por esos misterios que tiene la vida decidí mirar el cielo y le empecé a hablar a Dios como nunca antes lo había hecho, abrí mi corazón y le hablé no sé por cuanto tiempo. Recuerdo que tenía puesta una bata roja que era de mi abuelo Omar (fallecido en 1995), al que tanto quiero y creo que de alguna manera intercedió para que me pasara lo que les cuento a continuación.
Mientras estaba hablando hacia el cielo sentí una sensación indescriptible en el medio de mi pecho que no tengo idea cuanto tiempo duro, pero era algo difícil de explicar, una cosa más que hermosa, una sensación de paz sublime. Estaba en un estado de serenidad absoluta del que no quería salir, era como que nada me importaba, solo quería permanecer así para siempre.
Respecto a esta experiencia fantástica puede haber múltiples interpretaciones, según quien las haga. Si ustedes me preguntan a mi les digo que esas sensaciones y ese estado de paz fueron producto de Jesús manifestándose en mi corazón. Desde ese día mi vida cambió para siempre. El milagro había sucedido, y no estuvo dirigido a curar mi enfermedad, sino más bien a fortalecer mi salud espiritual.
MENSAJE DE JESÚS
Para llegar a amarme es necesario atravesar los caminos más difíciles, que son el sufrimiento y el dolor.
En el dolor y el sufrimiento el hombre se rebela contra Mí, pero Yo, estando siempre en su corazón, aguardo en un rinconcito oscuro de ese corazón el instante en que la rebelión se transforma, primero en aceptación y luego en amor por Mí.
Porque Yo voy al encuentro del que sufre, aun en rebeldía, y consigo siempre traer al que sufre entre Mis consoladores brazos; entonces, hablo al corazón doliente y le hago Mis promesas de una alegría futura.
Aquellas promesas Yo las mantengo.
Yo no digo palabras inútiles, no digo más que las cosas que mantendré, Yo no hablo sino después de haber mirado en el rincón más oscuro de los corazones.
Vosotros habéis llegado hasta Mí porque he mirado en vuestros corazones.
Nunca más estaréis solos.
Los hombres que viven Conmigo nunca tendrán necesidad de vosotros para vivir después en Mí
Y así fue, nunca más estuve solo. Realmente me siento protegido y querido por mi Dios.
Luego de esa experiencia divina, todos nos fuimos a dormir. Estaba fascinado con lo que había pasado y se lo conté a mi mujer que me miraba un tanto incrédula pero había advertido que el semblante de mi cara ya no era el mismo.
Esto que me pasó se lo conté a mucha gente y sinceramente creo que muy pocos me han creído. Si bien no entre en ningún túnel, no estuve muerto, ni observé ninguna luz, de alguna manera me sentí identificado con Víctor Sueiro cuando él intentaba describir esa sensación de paz infinita.
Que difícil es transmitir una experiencia tan hermosa como esa.
Los entiendo si creen que tuve alucinaciones o que estoy loco, yo pensaba que Sueiro era un delirante. Al menos les pido que tengan presente que Dios se manifiesta de diversas maneras. En definitiva es cuestión de fe.
Antes de que me ocurriera todo lo que les conté, era un católico bastante ignorante de los asuntos celestiales. Últimamente no pisaba una iglesia ni de casualidad y mi comunicación con Dios estaba cortada. Estaba muy metido en mis proyectos, en una vorágine que no me conducía a ningún lado. Por eso es que le doy gracias a Dios.
El tumor fue una bendición. Al fin y al cabo si todo esto no me hubiese pasado seguiría por la vida completamente ciego, persiguiendo fines materiales, y dejando de lado la perla más hermosa que tenemos: LA FE.
Luego del diagnóstico hice radioterapia y quimioterapia por 2 años. Hoy en día llevo una vida mucho más tranquila, cerca de mis afectos y tratando de devolverle a Dios una mínima parte de lo que Él me dio. No tengo de que preocuparme, mi vida está en sus manos y todo mi ser a su disposición para poder cumplir humildemente lo que me pida.
Sé muy bien el tipo de enfermedad que tengo, y estoy completamente conciente de lo que eventualmente me podría pasar. Pero la misma palabra lo dice “eventualmente”, así que no tengo por que impacientarme. Sino me pasa nada mejor, y si me pasa Dios me va a ayudar.
Señor mi vida está en tus manos: hágase tu voluntad, porque tú sabes, tú conoces, tú eres la verdad, yo estoy para aceptar todo lo que de tu parte venga, ya sea el dolor, el sacrificio o la paz, la serenidad y el amor. Así es que yo, una pequeña hormiga entre millones de hormigas, me entrego a tu inmensidad.
Retomando el relato, luego de esa experiencia me surgió la necesidad de leer para enriquecer mi espíritu. Una amiga de mi hermana me envió unos libros de metafísica, de temas espirituales y otros tantos de autoayuda. Los leí a todos. Si bien algunas cosas me gustaban y estaba entusiasmado, era como que faltaba algo.
Un día hablando por teléfono con Marcelo, padrino de mi esposa y católico de ley, me recomendó leer el libro La Palabra continúa. Lo conseguí y ni bien comencé a leerlo advertí que era lo que le faltaba a los otros. Carecían de la influencia de Dios.
Me gustaría marcar una pequeña diferencia. Tanto los libros de metafísica, como los de autoayuda (al menos los que yo leí), ya sean de carácter espiritual o no, ofrecen formulas para el bienestar personal, el que debe ser generado por uno mismo. Son libros para enriquecer la mente y ayudarse, tanto en lo espiritual como en LO MATERIAL. El prójimo, viene después. Primero uno, luego el resto. Esto era lo que no me cerraba. Son libros que endulzan, pero que no llenan el alma. Si eligen este tipo de literatura se enaltecerán a ustedes mismos, y tendrán la convicción de que pueden solos contra todas las adversidades de la vida.
En cambio el Libro que Jesús dicto a Giuliana nos enseña que sin Dios en el corazón no somos más que una nada en el medio de la nada. Aprendí que buscando ayudar a otros, conseguía sin darme cuenta estar bien conmigo mismo. Aprendí que rezando por y para el prójimo, también lo hacía por mí. Aprendí que sin Jesús a nuestro lado ninguna obra dará sus frutos, y que las semillas que arrojemos en tierra fértil se volverán estériles si lo hacemos solos. Aprendí a comprender, a tolerar, a perdonar, a aceptar, a amar, a ser leal y a ser bondadoso. En definitiva aprendí que lo primero es Dios.
Los libros de metafísica y autoayuda se enfocan particularmente a conseguir el bienestar personal en este mundo, en tanto que La palabra continúa, al igual que la Biblia y otros libros religiosos, nos indican el camino pedregoso que nos conduce al cielo.
ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASIS
Señor, hazme un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, siembre yo amor;
donde haya injuria, perdón;
donde haya duda, fe;
donde haya tristeza, alegría;
donde haya desaliento, esperanza;
donde haya sombras, luz.
¡Oh, Divino Maestro!
Que no busque ser consolado sino consolar;
que no busque ser amado sino amar;
que no busque ser comprendido sino comprender;
porque dando es como recibimos;
perdonando es como Tú nos perdonas;
y muriendo en Ti, es como nacemos a la vida eterna.
Independientemente de lo que pienso de los libros de autoayuda y metafísica, debo aclarar que todo tipo de lectura sobre estos temas ayudan a mejorar a las personas. Pero de todas formas les recuerdo que cuando uno le brinda una ayuda a alguien, si se hace de corazón, la satisfacción es enorme.
Cuando nos brindándonos al prójimo nos convertimos en un instrumento del Señor, y que mejor trabajo que ese, con un patrón amoroso y una promesa de pago mas allá de los días. El salario es extraordinario, pero hay que esperar, porque se cobra todo junto al final. Mientras tanto vivimos con serenidad, alimentados de fe y esperanza, e intentando trabajar para Dios de la mejor forma posible.
Las ayudas a las que me refiero pueden ser materiales o espirituales. Las materiales son importantes. Por ejemplo despojarnos de muchas cosas que tenemos, quedarnos con lo estrictamente necesario. Cuantos objetos guardamos por si las dudas o por si en algún momento eventualmente los podríamos usar. Para que guardar, habiendo en este mundo tanta necesidad. Necesidad de abrigo, de comida, de juguetes y de tantas cosas materiales que quizás usamos poco, y que a otros les podrían ser de utilidad.
La necesidad de acumular es producto del miedo a un futuro que ni siquiera conocemos. Con esta sencilla reflexión los invito a dar, a buscar en sus casas elementos materiales que no usen y que a otros les puedan servir, o cosas que usen e igualmente puedan darlas a quien no tiene nada. Dar de corazón, sin juzgar si el otro lo merece o no, para eso está Dios, no nosotros. El nos va a agradecer el buen gesto.
Respecto a la ayuda espiritual debo decir que es la más importante de todas. Porque en definitiva las cosas materiales se usan por un tiempo limitado y listo. En cambio la ayuda espiritual es para toda la vida. En mi caso particular, como ya les dije, vivo buscando la posibilidad de hablar de Dios, sin ser denso y buscando que el mensaje llegue claro.
No se imaginan la cantidad de veces que me siento frustrado y angustiado, porque con mis ojos materiales veo que a las personas que les hablé de Dios siguen en su camino hacia la nada. Pero que importan lo que ven mis ojos, cuando quien mira el alma del otro es nada menos que Jesús. En ocasiones me olvido de que a mi me toca sembrar adonde Él me manda, porque como ya dije los encuentros no suceden por casualidad. Dios va a cosechar nuestra siembra, siempre y cuando sembremos en su nombre, porque ya saben que solos no podemos hacer mucho.
MENSAJES DE JESÚS
Criaturas, es del Amor de lo que os quiero hablar.
¡De este Amor tan mencionado, de este Amor del que todos se jactan de poseer, de este Amor que es tan escaso sobre la tierra!
El Amor es caridad, y caridad es dar antes a los demás que a vosotros mismos y con renuncia. El Amor está en las grandes y en las pequeñas cosas.
¡El Amor está en una sonrisa, un gesto, unas palabras, un regalo, una ayuda material y sobre todo es ayuda espiritual!
Si el Amor existiese sobre la tierra como Yo lo quiero, no habría guerras, no serviría el dinero, y la tierra sería como el cielo. El Amor es del Cielo.
Criaturas que Me escucháis, que creéis en Mis palabras, que sabéis atesorar estas palabras Mías.
A vosotros os revelo cosas del Cielo que ninguno conoce en la tierra, sino aquellos como vosotros, esparcidos por todo el mundo, que sienten Mi voz y poseen Mis revelaciones.
Esto es un don de gracia, estas son promesas de verdad, esto es Mi estar en vosotros.
¡Sois pocos los que oís estas palabras, sois pocos los que las guardáis y son pocos los que creen en vosotros y comprenden que Yo estoy en vosotros!
¡Seguid adelante sin temor, no tengáis miedo del juicio de los demás, de los que no os creen ni creen que Yo esté en vosotros!
Escuchad siempre Mis palabras y haced partícipes de ellas a los que creen,, un don también para ellos, también para ellos una promesa de Gracia.
La aceptación
En toda enfermedad resulta fundamental aceptar lo que uno tiene. Cuanto más rápido se asume el diagnóstico médico, mejor será el estado de ánimo del paciente. Obviamente que cuando tomamos conciencia de que padecemos una enfermedad grave es absolutamente normal que nos veamos notablemente afectados. La tristeza, la angustia, el pánico y la desesperación son los protagonistas exclusivos de nuestras vidas.
Les cuento un poco mi caso. Luego del milagro que les narre, fueron algunos días donde el pánico se había apoderado por completo de mi vida.
Mi fe todavía estaba frágil. Tenía mucho pánico y desesperación. Gracias a Dios fueron tan solo cinco o seis días. Ni mi mujer ni mis hijos ni nadie de mi familia se enteraron de esto. No quería generarles otras preocupaciones adicionales a las que ya tenían. Así que cuando el pánico me atormentaba, le decía a mi mujer que salía a pasear para tomar un poco de aire, pero en realidad me iba caminando a
la Iglesia de Lourdes en Santos Lugares, a unas 15 cuadras de mi casa. Me calmaba bastante, pero cuando me acostaba a la noche el pánico se apoderaba de mí nuevamente. Y ahí rezaba sin parar. Mis ruegos eran incesantes, hasta que de repente llegaba el alivio tan requerido. Todo esto sucedía mientras estaba acostado y con los ojos cerrados.
Una de esas noches que pasé del terror a la serenidad en un segundo, sentía que alguna parte de mi ascendía con una paz increíble, pero me asuste y enseguida ese ascenso terminó.
Interpretaciones puede haber muchas sobre esto. Yo les cuento lo que me pasó realmente, que cada uno le otorgue el sentido o la veracidad que le parezca.
La verdad es que la carga de una situación así es demasiado pesada para llevarla uno mismo. Gracias a Dios y a
la Virgen, acepté rápido lo que me ocurría y también le encontré un sentido a la enfermedad. Debo dar testimonio de lo que me sucedió.
Mi carga ya pesa menos, porque decidí compartirla con Jesús.
Creo que si no me hubiese acercado a Dios, hoy en día estaría con tratamiento psiquiátrico y seguramente medicado. Verdaderamente yo sólo no podía. Si bien toda mi familia se preocupaba por mí y me ayudaban en todo, necesitaba algo más.
Si tengo que aconsejar a alguien le diría que en primer lugar abran sus corazones y hablen con Dios. Es muy común que confiemos más en un psicólogo o psiquíatra, que en Dios. No tengo nada en contra de estos profesionales, pero lo que Dios tiene para nosotros no lo tiene nadie.
Cuando la enfermedad es grave y el pronóstico es difuso o poco alentador, uno empieza a hacer conjeturas de cuando se va a morir o todas las cosas que pueden pasar. La realidad es que hay que ir de un paso a la vez y siempre caminando en la sombra del Señor, pidiéndole que nos ayude a aceptar todas las etapas que una enfermedad genera.
Vuelvo con mi caso. Luego de la operación comencé con la radioterapia y la quimioterapia. Fue un proceso de unos 40 días aproximadamente, de las dos terapias juntas. Y respecto a esto también resulta fundamental la aceptación. Los rayos me dejaron el lateral izquierdo y la zona posterior de la cabeza sin un solo pelo. Mitad y mitad. Esto si no se acepta puede resultar traumático.
Estar sin cabello y con una cicatriz con forma de medialuna en la cabeza, no es agradable, pero si me ponía triste ya iba a tener dos problemas: 1. estaba pelado, 2. estaba triste porque no aceptaba mi pelada. Así que decidí llevar mi cabeza al descubierto con orgullo, después de todo no tengo porque avergonzarme de una marca que me dejó la vida. Y así viajaba en colectivo, en subte y en tren. La gente es curiosa y mira, pero bueno uno debe entender. Viajar es un poco aburrido y algo hay que mirar.
Nunca me dio vergüenza andar así por la calle, me dan vergüenza otras cosas que poco tienen que ver con la estética. Las miradas de los demás no deben importarnos. Arriba de nuestras cabecitas tenemos las dulces miradas de Jesús y María aguardando que le pidamos ayuda. Todo se puede aceptar.
MENSAJE DE JESÚS
Felices aquellos que dan sin saber que dan, pero dan con bondad y sin perseguir ningún otro objetivo, a ellos todo les será restituido.
¡Felices todas Mis criaturas que se sirven de lo creado por Mí como de un puente para llegar a la feliz orilla! Felices los pobres, felices los ricos que dan, felices los enfermos que sufren con aceptación. ¡Su dolor será transformado en consuelo!
Terapias alternativas
Cuando padeces cáncer mucha gente con muy buena voluntad y para ayudarte te recomiendan infinidad de terapias alternativas. En mi caso rechacé todas y agradecí de buena manera la preocupación de quienes me acercaban propuestas.
Es usual este tipo de recomendaciones. Pero son pocos, muy pocos los que les van a recomendar poner sus vidas o su enfermedad en manos de Dios. Para mi es y seguirá siendo la mejor terapia. Con esto no quiero desmerecer en absoluto la tarea de los médicos, es mas creo que en mi caso fueron un instrumento del Señor.
En definitiva cada uno elige lo que mejor le parece o lo que puede elegir. Yo me decidí por Dios en primer lugar y la medicina convencional. Terapias hay muchas, y no desmerezco a ninguna, pero me permito transmitirles que la función de Dios es escucharnos, contenernos, ayudarnos y sanarnos si Él considera que así debe ser. De eso se trata la fe.
Es como cuando llevamos el auto a un mecánico de confianza y nos despreocupamos porque sabemos que esa persona va a hacer bien su trabajo y va a reparar el inconveniente. Depositamos nuestra fe en el mecánico. Lo conocemos y tenemos la plena convicción de que el auto quedará perfecto.
Ahora bien, ante la ocurrencia de episodios importantes, como lo es una enfermedad grave, ¿depositarían su confianza y su fe en Dios?. Mas de uno contestaría que no e iría a buscar soluciones por otros lados.
La realidad es que en muchas ocasiones confiamos más en el mecánico de autos que en el mecánico de las almas. Además el primero cobra y caro, mientras que el segundo es gratis y además te espera con los brazos abiertos.
Les aseguro que si yo viviera solo en este mundo me encomendaría únicamente a Dios y dejaría los tratamientos. Con esto no quiero decir que los rayos y la quimioterapia no sirvan. Muy por el contrario, son tratamiento efectivos comprobados científicamente. Simplemente manifiesto una intención muy personal promovida por mi fe.
Las operaciones, la radioterapia y la quimioterapia con sus efectos colaterales, no me gustan mucho que digamos. Pero cuando Jesús entra en tu vida, estas cargas se te hacen menos pesadas. Hace unos días mi mamá Liliana, a la cual amo, me regalo un papelito con la siguiente frase de San Agustín que quiero compartirla con ustedes. “Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas”. A mi entender, excelente.
Las terapias que me sigan dando las voy a continuar, porque no quiero hacer renegar a mi mujer, a mi papá, a mi mamá ni a nadie. Ellos también son creyentes, pero se enojarían conmigo si yo hiciera eso. No quiero preocuparlos. Así que seguiré adelante con la medicina tradicional.
Esto que les estoy diciendo no quiere decir que me quiera morir, muy por el contrario, lucharé hasta que el Señor decida que deba irme. Todavía tengo mucho que hacer con mis bebotes, con todos mis afectos y con todo aquel que se cruce en mi camino, si Dios lo permite. Vivo el día a día con un solo objetivo: transmitir fe y esperanza.
Obviamente que llevo una vida normal como la de cualquier otro, con cosas buenas y no tantas, y con tropezones como todo el mundo, pero estoy siempre oyendo, viendo y evaluando cuando es el momento de hablar de la fe y la esperanza, siempre adecuándome al ámbito en el que estoy, porque no a todos se les puede hablar de la misma forma. Es lo menos que puedo hacer por Dios, devolverle una pizca de lo que Él hizo por mí.
No crean que soy un santo, tengo innumerables defectos, pero tengan la plena certeza que cuando percibo que estoy actuando en desacuerdo con mi conciencia, busco corregir mis actitudes. Quizás antes el orgullo me impedía dar un paso hacia atrás. Créanme que poco a poco podemos mejorar. Jesús sabe bien que nunca vamos a ser perfectos, simplemente quiere que le presentemos nuestra intención de querer cambiar en nosotros lo que no está bien y podemos percibirlo. Él se ocupa del resto.
MENSAJE DE JESÚS
¡Mis criaturas!
En aquel tiempo, me preguntó un día Mateo:
"Maestro, he hablado de DIOS y de la esperanza a algunos que me han tomado por demente, ya que no creían en lo que les decía y pensaban que para creernos hay que estar loco".
"¡Mateo! ¡Después, más adelante, cuando todo se haya cumplido para Mí, os dejaré mi Espíritu, que iluminará por medio vuestro! Ahora os enseño a dar testimonio de mi verdad, ¡dad testimonio en mi nombre! Y si os toman por locos no importa, pero si queréis ser creídos buscad la sensatez y el equilibrio, no por lo que ellos digan de vosotros sino para que, creyendo en vosotros, crean en Mí.
"Y, entonces, sed prudentes, estudiad primero cuanto podáis el alma del hermano al cual daréis testimonio, y recordad: ¡cada alma es un mundo, sed prudentes con algunos, con otros ardientes, equilibrados siempre!".
"Rabboni, ¿y si no logro convencerlos?".
"Sigue adelante, hacia otros más dispuestos a ser convencidos, pero recuerda, Mateo: tu esfuerzo es plegaria: por ellos obra, ruega por ellos y el Padre se ocupará de sus almas.
"¡Nada se pierde cuando se trabaja para Mí! Se siembra y Yo cosecho. La oración sube y actúa.
Sin embargo, existen hombres de mala voluntad, existen aquellos que sirven a otro patrón, existen aquellos que no quieren conocerme para reconocerme. ¡Tú, Mateo, no sabes qué camino tomarán ellos, por lo tanto, siembra! ¡Ellos encontrarán sendas floridas y me podrán ver!".
Y a vosotros ahora os digo todo lo que dije a Mateo aquel día, un día de viento, un día como tantos otros, ¡no obstante fue aquel día! (Todo día puede parecer como muchos otros, pero si sabéis trabajar para Mí, podréis hacer cada día distinto, según la obra cumplida).
Entonces: mis criaturas, hermanos, en verdad os digo: no temáis el juicio de los hombres (aun mostrándoos prudentes y justos, ¡siempre habrá quien ose juzgar, olvidando que solamente Uno juzga, Uno y Trino: ¡amor y justicia!), ateneos al juicio de Aquel que os juzga verdaderamente, ya que solamente Él conoce y os conoce.
Y os juzga porque os ama y os ama y entonces os juzga.
Por eso, amad a los hermanos, soportadlos, compadecedlos.
Conoceréis hombres doctos en las cosas del mundo pero ignorantes de las cosas celestiales y, por lo tanto, presuntuosos.
Conoceréis otros sencillos, en ellos la fe será clara, puesto que no es la ciencia terrena la que hace ver el rostro de DIOS y por lo tanto Mi rostro, que es el mismo, Yo en el Padre unidos en el Espíritu, el misterio para vosotros, de la Trinidad.
¡Es el alma pura la que, en gracia, sabe ver mi rostro, es el sencillo quien confía en Mí! Entonces, ¡ahora id! En vuestro ánimo, en vuestra mente, está la misma respuesta que me dio mi Mateo:
"¡Rabboní, en ti confío! ¡Daré testimonio de la Verdad, puesto que me has llamado, y siempre tendré el valor de hacerlo, desde el momento que te he mirado!".
Día a día busco la posibilidad de hablar de la importancia de Dios en nuestras vidas. Veo como algunos me escuchan, y también como muchos me ignoran. A veces me siento fracasado, y al poco tiempo el Señor con su eterno amor pone en mi camino a alguien dispuesto a oírme. Obviamente entiendo a quienes no les interesa el tema, y rezo por ellos. Sé que les llegará el momento, como nos llega a todos.
Disculpen si me corro un poquito del tema. Volviendo con las terapias alternativas, me gustaría citar un ejemplo. Vi sufrir a mi abuelo Omar yendo de un lado a otro sin ninguna solución. Él sufría de depresión y si bien tanto mi abuela Tita (mi viejita querida), como mi abuelo eran creyentes, la desesperación lleva a la gente a hacer cualquier cosa en búsqueda de una solución.
Necesitaría un libro aparte para contarles a la cantidad de lugares que fueron mis abuelos. En muchos de esos lugares le prometían una solución y en otros un mejoramiento. Fueron 10 años de lo que yo presumo un intenso dolor en el alma para él. Mi abuelito iba donde lo llevaban. Gastaron mucho dinero para nada. Finalmente Dios se lo llevo en 1995. Tengo una foto de él en mi mesa de luz, y sé que me está esperando para volver a darnos esos abrazos interminables que tanto nos gustaban.
Si eligen hacer terapia con Dios pueden suceder dos cosas, la primera que les sane el cuerpo. O sea un milagro para intensificar la fe del enfermo. Y la segunda que los acompañe en el dolor y les haga la carga menos pesada. Obviamente que si Dios quiere nos puede curar el cuerpo en un abrir y cerrar de ojos, pero lo que a Él le interesa es ayudarnos a sanar nuestras almas. Quizás para que intensifiquemos nuestra fe haga milagros para devolverle la salud a nuestro ropaje terrenal.
En mi caso particular Dios me enseño el camino para mejorar como persona. Mi enfermedad está en sus manos. No es que no me interese curarme, pero lo más importante que tengo, que es mi alma, ha mejorado una enormidad.
UN GRAN ABRAZO A TODOS